viernes

Naciste...Nacimos...Nacerán

Ayer presencié lo que muchas de ustedes amigas, habrán vivido en cuerpo y alma o ustedes amigos, igual habrán presenciado: El nacimiento de un nuevo ser humano.

Qué sublime momento. Ni las imágenes que una y otra vez invaden los medios de comunicación, te pueden expresar lo que allí se vive.

Para médicos y enfermeras es rutina. Para quienes no estamos unidos a ese mundo, es el mayor paso de fe, el cielo en La Tierra, los mejores latidos de nuestro corazón acelerados, esperando ver a esa personita.

Sólo tuve la suerte de asistir a una joven conocida que llegó dando a luz a un centro médico donde trabajo; estaba sola y me tocó participarle a su familia. Y en el ínterin, su bella bebé no esperó y pidió el brillo de la vida que tenemos. Ya entiendo porqué se le llama “dar a luz”.

La joven madre primeriza, sudaba, gritaba y estaba triste por sentirse sola de los suyos. Jamás previó tal adelanto. Buen destino que ocurrió en el lugar indicado. Es el único dolor en el mundo que crea satisfacción. Ella tomó mi mano. Mis nervios y ansiedad pasaron a segundo plano. Hice el papel de padre que no soy, pero el que el instinto y corazón determinan y activan.

Miss amistades que estaban en ese pabellón me veían con gozo, saben que no tengo hijos y un doctor me dio una palmada en la espalda como felicitándome. Me sentí como la persona del momento, pero fue muy fugaz tan mezquino pensamiento. Esa persona estaba naciendo.

Y detrás de unas sábanas, en unos minutos que no sé sí corrieron o no, con el dolor de la joven madre, se oyó un ligero pero bien encarado golpe y tras el un llanto: Fue la palmada que indica ¡nació el fruto del amor!

Mi mano fue liberada y ambas manos de ella rodearon a la pequeña Ámbar. Las lágrimas de dolor se transformaron en lágrimas de alegría, amor y mimo.

Me retiré, ese momento era de ellas. Más antes me robé una imagen que tengo guardada en el pecho, con copia en el corazón y que incesantemente mis ojos revelan: El primer beso entre ambas.

La llegué a ver en el retén, llorando para ser atendida. Les juro que quería ser yo quien la atendiera, no por aquello de querer comérsela, más bien necesitaba sentir…su calor.

Hoy pude despedirlas, a su casa van. Y ocurrió algo que busqué intencionalmente: Le tomé su manito, abrió sus ojos semejantes a perlas y siento que me miró y sonrío.

Ya no sé qué más contar, porque las lágrimas me siguen empañando la vista.

Dios nos bendice con el milagro de la vida, espero que nadie le contradiga con la búsqueda de la muerte.

¡Y bendito es el fruto... de tu vientre!

6 comentarios:

  1. Qué bonito ! casi lloro, hermosa descripción de un momento sublime..

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  2. Espectacular, me alegro que hayas podido vivir tan sublime momento :)

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  3. Gracias por sus comentarios. Y sí, eso lo vivi en realidad. Está labrado en mármol...en mi alma

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  4. dichosas todas las mujeres que tienen la oportunidad de sentir ese momento. Pero sobre todo, dichosos todos los padres que sienten la satisfacción de compartir la alegría de la llegada de una parte de ellos. Dios te bendijo con ese momento!

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  5. Que hermoso escrito y más maravilloso lo que tienes grabado en tu memoria para siempre. Me sacaste unas lagrimitas... Gracias por compartirlo.

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