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Miriam González: Superando la "discapacidad" 1: De niña a mujer

Nunca se puede saber qué es lo que te puede deparar el destino, ni practicando deporte como el/la que más, llevar reglas estrictas o dietas rigurosas en tu vida. A mi edad sé perfectamente lo que es que la vida me dé innumerables golpes, haber tenido sueños frustrados y desengaños personales (ese tema no lo toco). En este escrito, además de reflejar mi historia, quiero hacer hincapié en las personas que, bien se hallen en mi situación o que se encuentren en una similar, hallan perdido la esperanza y hallan perdido las ganas de vivir.

Mi nombre es Miriam González, tengo 29 años, soy Ingeniero de Sistemas Informáticos, estudio Derecho a “trancas y barrancas”, soy pluriempleada y con 16 años me diagnosticaron Ataxia de Friedrich.

Desde que era una enana mostré mi interés por el mundo de las ruedas y tenía ya a mi ídolo, Sito Pons (mi gatito de entonces se llamaba Sito). Creo que también cabe estacar que, antes de cumplir 24 horas de vida, mi tío (que más tarde sería mi entrenador) me hizo socia del F.C Barcelona. Soy la única culé bajo un techo de “merengues”.

Comencé a “juguetear” con un motor “a cadena” de 50 unido a 8 o 9 hierros lacados en rosa chicle, obra de mi tío Víctor (¡el culé!). Ahí fue cuando empezó todo y yo con tan sólo 2 años y medio.

Le dije a mi tío que quería ser la mejor piloto del mundo, más rápida que las balas. Me sometí a las reglas que él me impuso.

A medida que yo iba creciendo me dí cuenta que, si suprimía los Donuts de media mañana y demás bollería y otros hábitos poco saludables, bajada y me mantenía en mi peso ideal (factor bastante importante en este mundillo).

Llegué a los 7 años, edad en la que tenía que aprender a caerme. Tanto mi tío como mi padre notaron que yo tenía aptitudes, no tenía miedo a la moto, la velocidad y, según mi padre lo más importante, no tenía miedo a caerme al curvar en el “circuito” (si así se podía llamar) donde entrenaba.

Entonces mi padre y mi tío pensaron que debía competir en un futuro no lejano. Pensaron en que ingresara en alguna organización oficial a través del grupo motero que, hoy en día aún somos socios mi tío y yo; pero llegó el gran problema: yo soy una chica. Al final, gracias a mi tío, mi padre y la directiva del grupo que no dejó de gestionarme concesiones y permisos, logré entrar en la Federación Andaluza bajo seudónimo, Andrix.
(Texto original sin correcciones, por respeto a la espontaneidad de su autora)

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