sábado

El Desencanto

Así como un día te tocó nacer solo, llega el día en el que crees que te das cuenta que la gente pasa por tu vida y tú por la suya pero al fin y al cabo sigues siendo sólo tú, como el día que naciste y en ese momento crees que aprendes a disfrutar de tu mejor compañía, tú mismo.

La soledad es de a raticos, para pensar, descansar, reflexionar, llorar y hacer lo que no requiere de otras personas. Pero para vivir, no se puede estar solo. Nada en exceso es bueno, mucho menos, lo que es tan vacío.

Lo lamentable es cuando tú no eres quien tiene la culpa de la soledad, sino el libro del destino; porque tienen la intención, la fuerzxa y el amor para estar con alguien, pero es decisión de esa persona decir sí o no. Si dice no, te quedas solo, pero no es tu culpa. Es el balance del mundo.

Ese balance del mundo que le da hijos a los que no los cuidan y nos lo niega a quienes queremos; que le da novia al agresor y a los que nos portamos bien nos quieren como un amigo (la frase falsa).

En ese balance del mundo que quienes estamos, despotricamos pero lo aceptamos porque es designo de Dios. Él no designa a las malas parejas, ojo, por ello dio libre albedrío y si no lo usas, no lo culpes, el amor no es excusa para la ceguera.

De mi decepción que tan enfermo me tiene, nace ésto que acá viene:

Ahogo mis penas en un vaso de alcohol
miradas hipócritas a mi alrededor
necesidades primarias insatisfechas
autoflagelación, sufrimiento, bondades maltrechas;
cicatrices invisibles de algo que no soy
hipocresía en la gente que me rodea
escondo mis penas y acudo a la espera
heridas que aún sangran por todo lo que doy.

Cortadas profundas, señal de mi escape
sangre no brota, recuerdos me atañen,
sólo encuentro personas, pidiendo me engañe,

que puedo encontrarle, que me aliste y amañe,
pero los fracasos son un gran lastres,
acaso la muerte me libre del desastre.

Todo tan vacío
todo tan irreal
a la espera de un alma
que mis deseos de vida
pueda saciar.

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