domingo

No te dejes robar tu buena voluntad

La buena voluntad, el ejemplo de mi papá, Oscar.
Esta es una de las muchísimas razones porque me enorgullece ser hijo del padre que tengo, una anécdota que me enseñó mucho en especial, porque fui testigo.

Hace muchos años, mi papá tenía una venta de repuestos automotrices en plena Avenida Bolívar de Maracay, Estado Aragua, Venezuela. En la cuadra donde él estaba y al frente, era el único local de ese tipo. Tiempo después, diagonal, en una esquina, comenzaron a instalar otro negocio de venta de repuestos, de dos pisos, muy lujoso.

Sucedió que un señor muy temprano un sábado (era el día que yo iba con mi papá a acompañarlo, limpiar, aprender y por mi mesada semanal), se le acercó a mi padre y le dijo, "ajá, ahora no estás solo, vas a tener competencia y se te van a ir clientes".

La respuesta de mi papá fue inmediata: "No te creas, eso es lo mejor que puede ocurrir, que haya otro negocio de venta de repuestos, porque lo que yo no tenga, quizá lo tengan ellos y lo que ellos no tengan a lo mejor lo tengo yo, así todos ustedes salen beneficiados y la venta se queda por aquí, lo que hará que vuelvan porque saben que tienen más chance".

Evidentemente, el hombre se fue, callado y derrotado. Mi papá no le respondió con malicia ni le mintió. Así funcionaron armónicamente ambos negocios; el dueño de la otra venta, respetaba mucho a mi papá por su trayectoria y porque lo asesoraba.

En la actualidad hay mucha competencia, en todo ámbito. Manolito, amigo de Mafalda y otra de las obras maestras de QUINO, decía en sus "apuntes tácticos" para las ventas: "para amasar una fortuna, hay que volver harina a los demás". Pero él era un personaje con el mensaje contrario. Creo que éste párrafo debe dejarse así y usted, interpretarlo.

Ser el más rico del cementerio es haber perdido la vida. Recuerdo que el dueño de "LA CASA DEL PUEBLO", la ferretería más grande que tuvo Maracay, fue sepultado con dinero y joyas porque él lo exigió. Ni amistades ni muchos familiares ni empleados le acompañaron, porque él se había enemistado con ellos. Y para remate, esa misma noche profanaron su tumba para llevarse todo.

Ser un Rey Tutankamón moderno, de nada vale. En vida debes competir y llegar a la excelencia a tu modo, esa que se mide siendo feliz y haciendo felices a los demás, con decencia, solvencia, responsabilidad y amistad.

Competir para ser el mejor, el único, sentirse la única opción, termina siendo de lo más separatista y eso el corazón, el alma y en general la vida, lo resiente y se paga. No hacemos el bien para ser inmunes a las vueltas que da la vida, hacemos el bien para que en esos giros, no estemos solos, no estemos a merced de la nada.

Ser separatista es malo; sentirse indispensable, peor. Mientras la competencia sea sana, justa, ecuánime, provechosa para sí mismos como para los demás, el éxito ya está cantado en el día a día.

No es dar la otra mejilla nada más, es poner ambas y no dar pie a que sean tocadas, porque te defiende tu gente, tu gremio, porque te lo ganaste, al no abusar de la confianza, alejarte, ser gregario, mentir,  meter cizaña, intrigas, robar (no materialmente, sino robar confianza e intenciones).

Tremenda muestra de amor es que nada haga que cambies en alma, corazón y mente, lo que a la larga vale más que cualquier cosa y que siempre es compensado, por el amor de Dios y el cariño humano, animal o hasta las vibras de los objetos materiales que, por ti, se dañan menos (sonríe, sabes que es verdad).

Mientras más y mejores seamos, los malos quedarán confinandos al pus de donde quieren seguir brotando.

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