sábado

Una mujer balsera y emigrante


En la arena te hallé, movida por las olas, inconsciente y notoriamente agotada de un naufragio evidentemente triste e injustificable.

Tu belleza me hacía admirarte, no tanto como tu valentía ante la osadía de aventurarte a la mar, huyendo seguramente de lo indebido. Arriesgando el más valioso don que poseemos, la vida, tan solo para mejorarla.

Disculpa, pero tuve que ver tu desnudez mientras atendía tus heridas, cambiaba tus ropas mojadas y te acosté, vigilándote pr dos días, que pasaste de la fiebre a la salud, del agotamiento al descanso.

Eres una emigrante aventurera, de poco dinero quizá y que por ello debe surcar un mar bravío para tratar de encontrar la felicidad que no existe en tu tierra, por hambre, enfermedades, un dictador y la locura colectiva, además del temor. No es que lo sepa, es que siempre es así, quien huye en balsa, por eso lo hace.

Despertaste y luego de la exaltación y miedo de lo vivido, de la desorientación de no saber de los tuyos, de los que estaban contigo, de quién era yo y cómo te traté o qué hice, sonreíste, lloraste, comiste, vomitaste, sufriste, te preocupaste. En fin, un amasijo de sentimientos y sensaciones propias de una tragedia.

Te acompañé a recuperarte, a informarte sobre el naufragio. De los que llegaron a salvo, entre ellos tu hermano e hijito que a otra playa arribaron y les rescataron. Volviste a sonreír moderadamente por respeto a los que la vida perdieron. Porque así eres, humana, luchadora y bella.

Y sí, me quedé prendido de esa alma que llegó a la arena de la playa que tanto caminé, como en un cuento de hadas, aunque éste fue un cuento de horror con vuelcos del destino.

Ahora, estás con los tuyos, recomenzando, rescatada por un gobierno que te da asilo como refugiada junto a los tuyos. Buscando empleo para vivir y no para sobrevivir o menos como en aquel país.

¿Y yo?, pues bueno, enamorado solo. Ésta no era mi historia de amor, es mi historia de haber sido útil a alguien no por una opción, sino como un deber ineludible, de hombre, de ser humano.

Ahora somos amigos, pero sigo estando muy enamorado de ti, aunque jamás seas mía. Porque una mujer valiente, osada, bonita, humana, luchadora, no se le encuentra en la playa de la vida a diario.

Por eso, quien emigra, tiene un valor adicional que se siente en la caja registradora del corazón, una campanita bella de ilusión y plusvalía.

Ojalá en sus tierras sean esa mujeres, y bueno, también los hombres, así de valorados y se entiendan para que sepan que valen más que cualquier dictador o quien empuña un arma. Sí pensaran en su valor, los sacarían y jamás permitirían que existieran más.

Bella emigrante, intrépida, mi corazón tienes en una balsa, pero en un mar tranquilo. Ojalá la playa del destino, sea la tuya.

(Sea por mar, tierra, aire; por los canales regulares o no; por decisión u obligación, dedico éste post a todas las mujeres venezolanas que se han ido, por su valentía en general, por su belleza sin igual, por el buen futuro que merecen aunque no sea -por los momentos-, en esta tierra de gracia llamada, Venezuela. Se les quiere y respeta).

Lcdo. Argenis Serrano - @Romantistech

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