Es imposible que un mal borre el bien más grande.
Jamás se irán de nosotros, nuestro corazón es su residencia y en el de ellos habitamos.
Pese a la misma, sonríen, luchan, aman, perdonan como cuando no la tenían
¿por qué no hacer lo mismo nosotros ahora?
Cada quien carga su cruz. Y quienes sabemos de tal peso, estamos obligados a ayudarles. Entre varios, el peso del destino es menos y en el camino se aprende, cuando se observa, cuando se ama, cuando se aprecia, cuando se humaniza, cuando se entiende.
Una enfermedad como el cáncer puede ser destino, puede ser castigo, puede ser evolución, pero jamás será el fin del amor, sino el principio del aprendizaje, el propio y el ajeno. Se aprende hasta el último instante y hasta ese mismo, se aplica lo aprendido.
El legado de la vida se siente en un árbol sembrado, un libro escrito, una mano que fue extendida, una sonrisa, una Navidad valorada, una redención obtenida, en la disculpa concedida, en el sepelio de los rencores, en el olvido del absurdo, en la lucha por mantener el legado de quienes nos dejaron aunque no quisieramos.
A ninguna persona enferma o fallecida la honramos cayendo en el abandono y la autocompasión. La tristeza viene, pero es nuestra decisión y entereza la que hace que se vaya.
Si estás más triste que la persona que te necesita ¿qué ayuda das?. Y si sientes no poder, pues busca ayuda, ya lo dije, la cruz es más liviana entre varios. Nadie puede hacer las cosas solo.
Que una enfermedad no sea nuestro renacer y el empujón necesario para cambiar y ver la vida de mejor o nueva forma. Esa renovación en la salud se hará mayor. Vamos juntos de la mano con quienes queremos y nos necesitan, no existe enfermedad que extermine el amor fraterno, pese a que el maligno y sus legados muchas veces rompe con ello bajo engaños.
Tú sonrisa, cariño, comprensión, actitud, aptitud, lucha, entendimiento, empatía, humor,carisma, reflexión, buena voluntad, son salud. Y como tales, complementan y refuerzan todo tratamiento médico o todo tránsito a la luz de Dios.
Seamos la cura, que nuestras lágrimas jamás sean amargas y de derrota; somos la continuación de quienes se van y si caemos, su esfuerzo, amor y enseñanzas las lanzamos a un pozo donde no merecen estar.
Seamos el camino del amor donde transite en paz quien nos requiera |
Jamás se irán de nosotros, nuestro corazón es su residencia y en el de ellos habitamos.
Pese a la misma, sonríen, luchan, aman, perdonan como cuando no la tenían
¿por qué no hacer lo mismo nosotros ahora?
Cada quien carga su cruz. Y quienes sabemos de tal peso, estamos obligados a ayudarles. Entre varios, el peso del destino es menos y en el camino se aprende, cuando se observa, cuando se ama, cuando se aprecia, cuando se humaniza, cuando se entiende.
Una enfermedad como el cáncer puede ser destino, puede ser castigo, puede ser evolución, pero jamás será el fin del amor, sino el principio del aprendizaje, el propio y el ajeno. Se aprende hasta el último instante y hasta ese mismo, se aplica lo aprendido.
El legado de la vida se siente en un árbol sembrado, un libro escrito, una mano que fue extendida, una sonrisa, una Navidad valorada, una redención obtenida, en la disculpa concedida, en el sepelio de los rencores, en el olvido del absurdo, en la lucha por mantener el legado de quienes nos dejaron aunque no quisieramos.
A ninguna persona enferma o fallecida la honramos cayendo en el abandono y la autocompasión. La tristeza viene, pero es nuestra decisión y entereza la que hace que se vaya.
Si estás más triste que la persona que te necesita ¿qué ayuda das?. Y si sientes no poder, pues busca ayuda, ya lo dije, la cruz es más liviana entre varios. Nadie puede hacer las cosas solo.
Que una enfermedad no sea nuestro renacer y el empujón necesario para cambiar y ver la vida de mejor o nueva forma. Esa renovación en la salud se hará mayor. Vamos juntos de la mano con quienes queremos y nos necesitan, no existe enfermedad que extermine el amor fraterno, pese a que el maligno y sus legados muchas veces rompe con ello bajo engaños.
Tú sonrisa, cariño, comprensión, actitud, aptitud, lucha, entendimiento, empatía, humor,carisma, reflexión, buena voluntad, son salud. Y como tales, complementan y refuerzan todo tratamiento médico o todo tránsito a la luz de Dios.
Seamos la cura, que nuestras lágrimas jamás sean amargas y de derrota; somos la continuación de quienes se van y si caemos, su esfuerzo, amor y enseñanzas las lanzamos a un pozo donde no merecen estar.
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