Evaristo
González era el popular “Tito”, un hombre de campo, nacido en Pampanito,
Estado Trujillo por los años 50. Fue parte del personal obrero que estuvo
en la construcción de los módulos de casas que popularmente son llamados
“los palomares” en Caña de Azúcar. Era un hombre de ojos verdosos, cabello
amarillo muy maltratado y por ser andino, su cara se ponía roja con el sol que
hace en Aragua; se dedicó a la albañilería como ayudante.
Era todo un
mandadero y cargador. Donde había una construcción o reparación, él estaba
allí, le pagaran o no. Se vestía con ropa regalada, porque no existía casa
donde él no fuese del agrado de las personas. Hubo, hay y habrá muchas personas
humildes que se echaron al llamado “abandono” como él. Pero su identidad y
“aura” eran insuperables.
Adultos
y niños le respetaban y apreciaban mucho. Los mismos malandros le cuidaban de
que nadie le quitara lo que se ganaba, era como un código de honor. Era
gracioso escucharle llegar a la puerta de tu casa a las 9 de la noche y que
dijese “BUENOS DÍAS”. Ese era su saludo. Los perros callejeros comían con él, de
lo que la gente con cariño le daba.
Jamás fue mezquino con persona o animal.
Una vez alguien osó a querer engañarle y quitarle un número de loterías con el
cual había ganado. Fue tanta la protesta y defensa que la propia gente de la
agencia de loterías le canceló sin el ticket porque sabían que ese era su
número. Quien se lo quitó, se mudó al poco tiempo ante la molestia de sus
vecinos (ley del hielo).
A
unas personas preocupadas ante la intensa ingesta de alcohol por parte de Tito,
se les ocurrió darle un remedio en el cual incluían pastillas anticonceptivas y
anís estrellado en aguardiente blanco (si había otro ingrediente, lo
desconozco). Con ello no bebió por meses por tener aversión e intolerancia al
alcohol. Eso fue una luz, pero con tristeza. Tito comenzó a ver con la claridad
de la sobriedad las carencias de su vida.
Lejos de su familia y de su tierra de la
cual partió bajo amenazas de un tío que les maltrataba y un ambiente hostil en
el cual, él por ser el mayor, era quien pasaba los peores momentos. Cuatreros
habían matado a su padre y él fue testigo. Eso le hizo huir con su madre y
hermanos una noche decembrina por más de 40 años.
Su
familia se residenció en Apure y él vino a correr suerte en la capital. Pero el
alcohol y las amenazas le hicieron sucumbir y ser de la calle, triste,
pueblerino, de todo. Confesó el haber probado la droga y lloraba por haber
cometido ese error, que fue su madre en un sueño que le dijo que no hiciera
eso. Y por alguna persona se enteró que ella había fallecido recién. Sin tener
nada que ofrecer, tuvo vergüenza de volver con sus hermanos.
Bajo
un toldo improvisado con láminas de zinc, palos y cartones, con un mueble roto
como cama y harapos como sábanas, Tito se ahogaba en llanto y se enfermaba por
no querer comer. Su salud fue atendida por estudiantes de medicina, pero no
había poder humano que lo trasladase a un hospital o hacerse las pruebas
médicas. Él quería estar allí…y morir en paz.
Pero
un día, no se sabe por llamado de quién, más mucho se agradece, la gente de la
prensa le hizo un reportaje, del cual estas palabras no se me olvidarán jamás:
[sic]…”lo único que quiero es el
perdón de mi familia y saber sí Dios me permite volver a vivir la alegría de
estar con ellos y todo lo que me perdí estos años”…
Quienes leímos
el reportaje, emulamos todas las desventuras y aventuras de Tito. Sus cuentos
alegres y su canción al estilo ranchero y muy dolida que a veces acompañaba las
noches del sector: “No tengo padre ni madre, el corazón se me parte,
soy el hijo de la nada”.
Un
par de semanas después de la publicación del mismo, justo un 23 de diciembre,
varias personas comenzaron a preguntar por él. Se identificaron como sus
hermanos, sobrinas y sobrinos que habían leído recién -dos días antes- en un
periódico tirado en la calle, sin saber alguien cómo esa hoja llegó de Maracay
a sus cercanías en Trujillo. ¿Obra divina? Pues…¡sí!
No hay otra respuesta, ni
que la ciencia la tipifique de forma alguna, como consecuencial o ley de las
probabilidades. Ellos lo leyeron y se apersonaron rápidamente. No podría
describir con palabras ver a los niños asombrados con la gente que le abrazaba,
las lágrimas de las señoras competían con las de sus familiares, los gritos de
Tito eran por fin luego de mucho tiempo, el primer signo de estar vivo y de
querer vivir más, con intensidad infinita.
A
los hombres más guapos y duros se les anudaba la garganta de la emoción.
Llamaron a una ambulancia y le llevaron a un centro hospitalario. El día 24 de
diciembre de ese año que no diré cuál fue, toda la familia retornó a la
casa en Trujillo, dónde él nació. Era su primera verdadera navidad, con gente
consanguínea que le extrañaba y nada sabían de él. Ese día, estoy seguro
que existió en esa casa el perdón por el abandono y el miedo, por las búsquedas
omitidas, inconclusas o fallidas.
Conocer
nueva gente, abrazar, dormir en una cama de verdad como no hacía en una
treintena de años, bañarse, comer mejor y estar con los suyos. Hace un tiempo
supe que Tito, entre los terrenos familiares, se ocupa de sembrar verduras,
ayudar a sus hermanos mayores y cuidar perros de la calle.
Estos años que ha
vivido feliz y los que quedan, siempre tendrán un marco en común: Una Navidad
triste en la que partió y otra en que regresó. Si la magia de la Navidad, que
está reflejada en la redención, sonrisa y cumplimiento de los ruegos que este
hombre hacía no es suficiente para que se crea en el Dios Celestial y su
Hijo el Dios Humanado que ha cuidado al mundo desde su nacimiento, no imagino
qué otra prueba se les puede dar a los escépticos o incrédulas.
Ese hombre recuperó, el
regalo que nosotros a diario vemos, pero no observamos: El regalo de la vida
con quienes se ama y con dignidad. Eso es lo que trae principalmente la
natividad del Señor. La alegría de cada ser humano, es un recíproco regalo: de
Dios a los humanos y viceversa. ¿A quién no pone de buen humor la felicidad
ajena?
GLORIA A DIOS EN LAS ALTURAS Y
EN LA TIERRA PAZ
A LOS HOMBRES Y MUJERES DE BUENA VOLUNTAD
Tomado del Libro: LIBRO AUTOFINANCIADO QUE NINGÚN EDITOR ME QUISO PUBLICAR (2012). Autor: Argenis Reinaldo Garnica Serrano (@Romantistech)
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