Permítete la osadía, sí,
por un solo instante, de responder a esa premisa que cuelga en el aire como una
promesa susurrada: ¿Y sí me permitieras estar contigo una vez? No hablo
de la permanencia ni del laberinto de lo cotidiano, tampoco exijo el para
siempre. Pido una única conjunción, un punto exacto en el vasto universo de las
posibilidades, donde el tiempo se doblegue y el destino guarde silencio.
No es capricho, sino la
urgente necesidad de atestiguar, en la carne y el espíritu, esa verdad que solo
tu proximidad parece custodiar. Piensa en ese encuentro no como un final, sino
como el epílogo necesario de una historia que solo ha existido en la distancia,
en la elegante tortura de la imaginación.
Sería la rendición a la
curiosidad mutua que nos ha tejido. Un único diálogo sin las murallas del
pudor, una pausa donde el ruido del mundo se desvanece, dejando solo la
resonancia de dos almas que se reconocen al fin.
No hay reclamo en esta
súplica, solo una oferta: la de quemar en una sola noche la leña de meses,
quizá años, de anhelo contenido. Concédete el privilegio de saber cómo se
siente el aire en mi presencia, si mi voz es tan grave como la recuerdas, si la
electricidad que intuyes entre nosotros es, al tacto, un relámpago o un simple
calor de hogar.
Una vez, solo eso. Para
que ni tú ni yo tengamos que vivir con la sombra del "qué hubiera
pasado" planeando sobre nuestra resignación. Para poder cerrar el libro
con una página de verdad, no de mera conjetura. Y luego, si lo deseas,
podremos volver a ser desconocidos, pero cargados con la certeza de un instante
indivisible. Permíteme estar, y así, permítenos ser.
No hay falso ego ni la
fatua idea de una vez y “consumatum est”; no me voy a atrever a cambiar de la
buena persona que soy tan sólo porque logré un objetivo que era una utopía
celestial. Porque eso sería ofenderte y mucho peor: perderte.
Quiero que las
sensaciones se aviven y que en nuestras historias de vida existan renglones
escritos correctamente de algo que rompió los paradigmas de la picardía y que
-te pido de corazón-, no le des más excusas banales para dilatar que suceda,
acá nadie cuestiona a nadie.
Y, si no va a suceder,
dímelo también sin rodeos, porque yo no te veo capaz de la crueldad de dar una
larga espera para decir que no y que ese no provenga de argumentos de miedos,
cuestionamientos personales o de verme como un aprovechado o de un hombre que
sólo desea que algo grande suceda una vez y ya.
Y es que de suceder, ese
evento grande será un parteaguas que atraerá mejor conocimiento de ambos y de
lo que se puede esperar uno del otro, unidos por los grilletes que poca gente
en estos tiempos quiere portar y eso que no retrasan, esclavizan ni dañan: los
grilletes de la confianza.
Ahora nada más ve en tu
corazón, mente, en tus ganas y libertades; y haz un pareo con quien sabes en
realidad que soy y cómo puedo llegar a ser, seguro estoy que en tu portentoso
ser lo sabes y que es de allí de donde podrás responder a mí perpetua pregunta ¿Y
sí me permitieras estar contigo una vez?

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