Quiero escribir un poema más.
Pero no quiero dejar en el papel lágrimas
que se vuelven tinta para descubrir
cada emoción desgarrada en el sentimiento
que se desborda, por las lindes de mi cuerpo.
Me unifico a la palabra, del verso alegre,
de la que me dio alegría y la farsa comparsa
de la negación del amor.
Destierro al poema que me divida en dos
cada vez que el lápiz dibuja nombres
perdidos en adioses, unos de buen tono,
otros discordantes y vueltos odio
en la impotencia de lo absurdo.
Destierro al poema que en los párpados
cerrados se tornan tapias
que resguardan tras su frontera,
la máscara de la mentira que quise creer,
ávida de sed, muerta de hambre,
en el tiempo que ha marcado cada
centímetro de mi piel.
De ahora en adelante, sépanlo bien,
amordazaré el corazón junto a la mano
que escribe sin mi permiso,
lo que sólo yo, sé qué siento.
Pero no quiero dejar en el papel lágrimas
que se vuelven tinta para descubrir
cada emoción desgarrada en el sentimiento
que se desborda, por las lindes de mi cuerpo.
Me unifico a la palabra, del verso alegre,
de la que me dio alegría y la farsa comparsa
de la negación del amor.
Destierro al poema que me divida en dos
cada vez que el lápiz dibuja nombres
perdidos en adioses, unos de buen tono,
otros discordantes y vueltos odio
en la impotencia de lo absurdo.
Destierro al poema que en los párpados
cerrados se tornan tapias
que resguardan tras su frontera,
la máscara de la mentira que quise creer,
ávida de sed, muerta de hambre,
en el tiempo que ha marcado cada
centímetro de mi piel.
De ahora en adelante, sépanlo bien,
amordazaré el corazón junto a la mano
que escribe sin mi permiso,
lo que sólo yo, sé qué siento.
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