Dicen que “el
mejor viaje es el que te trae el espíritu renovado, educado y fortalecido”,
yo quería creer ello y entre tanta diáspora que hay en mi Venezuela, yo fui de
esos que salió a buscar y regresó. Viajeros o vacacionistas, nos dicen.
Un amigo me recomendó en
base a lo que yo buscaba, que fuera a las Islas Canarias, en España. Que me
podía alojar en un lugar muy asequible y por demás paradisíaco, llamado apartamentos playas del ingles, casi no
le creía porque algo como lo que me mostró en sus fotos personales, me parecía
caro y en contra de mis objetivos. Me equivoqué y me alegro de haberle hecho
caso.
Me hospedé allí y con
vista al mar comencé a reflexionar. Poco a poco se me bajó el stress que traía
desde Venezuela, pero tenía que ir a mis planes. Hice turismo de aventura en
los parques nacionales y aprendí sobre conservación y protocolo; en las dunas
de Maspalomas supe sobre orientación; en los Jameos del Agua aprendí sobre la
conservación del vital líquido.
Fui desde lo más obvio o
engorroso y pequeño a lo más grande; porque me fui a entrenar para serle útil a
mi tierra. Conocí sus playas y sus aventuras recreacionales en la arena, sobre
las aguas y bajo las mismas. Hasta un parque temático con especies marinas
conservadas, atendidas y queridas vi y cómo lo hacían.
La conservación de sus
zonas coloniales y la armonía entre las obras culturales de antaño y modernas,
me inspiraron. Hice consultas al respecto y encontré que la misma ciudadanía
sabe sobre sus orígenes, cuidados, historia, fines. Un sentido de propiedad que
me parece ejemplar.
El turismo en las Islas
Canarias es el rey. La hotelería está más allá de las estrellas que se les
coloquen, hay un lado de servicio y humano que te hace sentir uno más, me contó
una persona en uno de mis paseos. Y me felicitó cuando le dije que me hospedé en
los deliciosos apartamentos playa del inglés, porque allí me comportaría como
en mi casa. Y no mentiré, estuve probando la comida de sus restaurantes y
copiando recetas, a punto de paladar.
El turismo ha impulsado a
la construcción y ésta a las ventas de artículos para el hogar, oficina,
industria y a su vez, la fabricación de los mismos artículos. Eso se llama
producción por potencial.
Regresé a mi país,
Venezuela. Y en medio de tantos desgraciados, vi que hay millones de personas
buenas, sólo requerían una orientación. De éste viaje aprendí que el turismo es
promover nuestra belleza con identidad, que sea algo natural y hacer
copartícipe al visitante; que no es cobrarles más dinero, es darles más por su
dinero; que la comida criolla y del mundo pueden hacer comunión y atraer a
muchos más por la calidad.
Aprendí que el turismo de
verdad, el que promueve, cuida, conserva, quiere, es el que hace de verdad más
bellas nuestras ya grandísimas bellezas naturales. Y si vienen más turistas,
más espacios se les construyen para alquilar, hospedarse; se crean lugares
recreativos y culturales; la industria abre mercados, el mundo se vuelca hacia
acá en su mirada, dinero y búsquedas de renovación.
Hacen de un país bonito,
una referencia. Harán de Venezuela un lugar para volver (los vacacionistas) y
para regresar como quieren, mis coterráneos venezolanos. Porque haciendo
nosotros las cosas bien, vamos relegando a quienes nos hacen tanto mal.
Viajar con propósito, es
verdaderamente viajar.
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