Allá donde no
estaba ese sol que te arrullaba desde la infancia. En ese lugar donde no era la
misma tierra de tus juegos infantiles, de tus primeros llantos, de las primeras
letras. De los nacimientos y las despedidas.
Allí te fuiste
con tu maleta con poca ropa y tu corazón llena de recuerdos. Transitando con el
llanto cabizbajo y la frente en alto, la mente en franca batalla contra la
melancolía y el rencor, las manos laboriosas a labrar en suelo fértil de otras
bocas.
Nada hay en
contra de llevar luces allende los mares, luego de los caminos verdes o hasta
donde el cruel asfalto caliente permita a las ruedas o a los pies llegar y
crear destino.
Pero dejar la
vida en una tierra donde por más fuerte que seamos tenemos el hilo de la
melancolía enredándose cuando recordamos la sonrisa de esa abuela que nos
cobijaba de niños y nos defendía hasta de nuestros errores; de esa madre que
paciente nos enseñaba los sentimientos de la vida, del padre que con mano firme
nos protegía del mundo y nos enseñaba esa risa que hoy por hoy nos saca del
falso e indebido conciliábulo con la soledad y el tormento y hace cesar a la
trémula lágrima que parece no comprender que éste nuevo campo no debe regarse
con resquebrajamiento del agua de nuestros cuerpo, en forma de amargura.
Y te recuerdo
como debe ser, con esa franqueza, sencillez y dominios; preparación y musa,
estando en lo más alto de la estima del mundo y la dignidad. Donde la mente se
hacía voz y fundamento, razón con base, aprendizaje mutuo y en dirección
orbital. Regando la semilla del conocimiento y profundizando el respeto a sí
mismo y proyectado en los demás, creando una contagiosa visión de hermandad en
pro del encuentro con lo bueno y la condena a lo que intoxicaba las almas.
No te puedo
llorar porque te ofendo, como se puede ofender al que se va porque debe y no
quiere; debo dar la bendición y hacer votos por la buenaventura de quien
partió. Y ahora que tu tumba es en tierra ajena, donde la infausta y errónea
muerte que cumple su deber de manera errónea y a veces cruel, hago oraciones
para que seas vigilante de que tus enseñanzas se multipliquen en quienes la
escuchamos y fuimos evaluados, sentado desde el escritorio en las nubes y
escribiendo en el pizarrón del cielo.
Verás que
nuestros actos van en correspondencia al esmero con que tu preparación se
transformó en comunicación de un legado en pro de sacar lo mejor de nosotros y
a su vez de sacar a lo peor, de nosotros. Gracias viajero turista, del cual las mujeres decían era un viajero mágico y que ahora todos sus amigos decimos que es un viajero cósmico, por llevar tu sapiencia y personalidad más allá de tu amada tierra por el sol.
Y es allí donde
el maestro ve que su paso por el mundo, dio los frutos. Y en otra tierra está
su cuerpo, pero su obra está en el mundo que Dios le dio, ahora llamado
Eternidad.
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