No caeré en la banalidad de lo imposible y el sufrimiento de disminuirme; porque no es cosa de caballeros y para ti esas expresiones, para nada concibo. Te sé humana, aunque tu halo divino, se expresa en tu alma, tesón y cariño.
Pero eres mi Everest porque
eres alta en moral y luces, como Bolívar pidió. Te haces inalcanzable para
quien se ha sumergido en el fango de la banalidad y el yoismo.
Así como nuestra tierra,
estás por encima del nivel del mar. Porque danzas en las aguas turbulentas y no
te ahogan, porque no te detienen las falsas orillas y el rumbo a buen puerto,
tu actuar encamina.
Terrena y falible, sigues
siendo la Sagamartha o diosa del cielo que el Everest representa.
Eres el camino a ascender
con tus palabras y acciones que inspiran; tu determinación de hacerte alta sin
ser pagana, tu decisión de potenciar al lugar donde estás, como legado visible
a la humanidad.
Cortas el oxígeno con tu
presencia y eso no me resta salud, sino que me la da. Y no necesito nada
artificial en mi vida, sí recuerdo que respiramos el mismo aire, que contigo ya
es un valor agregado extraordinario y sublime.
El ascenso contigo como
guía o inspiración es la demostración de que el ser humano nació para cosas
buenas. Y que sólo deben ascender quienes se preparan, siguen y que no tendrán
mezquindad para con los demás.
Enseñas que con ejemplo y una
mano amiga, vale la pena ponerse el morral al hombro y salir de la zona de
confort a ver al mundo desde lo alto, con el corazón emocionado pero jamás con
visos de falsa superioridad.
Los ascensos rápidos son
válidos cuando los mismos no se miden en tipo, sino en calidad de hechos. Por eso
eres mi Everest, porque me enseñas sin reconocerlo, a dar pasos cortos pero
siempre seguros, de lo más enfocado.
Como todo humano, nos
bordea el nacer y el morir, la causa y el efecto, el ser y el no ser. Y tú como
Everest no escapas de ellos, sino que lo afrontas sin temor de llorar, sin
temor de pedir ayuda, sin temor de seguir.
Tus saludos, como el de
aquel alpinista petrificado que al Everest se unió, son significativos por tu
presencia, por tu sonrisa, por tu aroma, por tus palabras, por tu decisión y
por tu construcción natural.
Desde lo alto de tu ser
miras al mundo, bordeada de nubes, con el frescor de tu ser que cuán nieve agradable
los cercanos buscan para refrescarse del calcinante calor de las tribulaciones
que les acongojan.
Ya en el descenso, uno se
lleva de ti tantos logros y nostalgia que sea en físico o en recuerdos, es regocijante
volver a ti una y otra vez.
Así como un Everest póker,
donde nos jugamos la vida con la carta más alta, así eres tú, que te juegas la
vida por tu familia y firmes creencias. Y ganas al tener a gente valiosa en tu
entorno.
Todos necesitamos un
Everest que nos invite a seguir, a intentarlo, a retarlo, a sentirse en
contacto con la emoción, donde el amor trascienda a lo físico y llegue al
Nirvana en La Tierra.
Eres mi Everest y jamás
serás inalcanzable, porque sí bien hago las cosas por mí y porque quiero,
innegable es que por ti me inspiro y así vuelvo a andar, a escalar, a decirme ¡yo puedo! muchas cosas gratas, lograr.
Aunque no sean del tamaño
de una montaña, al menos un promontorio para contemplar, algún legado noble y no conformista voy en esta vida a dejar.
Argenis Serrano - @Romantistech
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