domingo

Tenemos que Hablar

Se leen fuertes, temerosas, pretenciosas, imponentes, crípticas al fin estas tres palabras. Pueden ser chocantes y desconcertantes; parece que el tenemos que hablar es la línea desde donde se marca el fin. Y otras veces son preámbulo a sorpresas.

Son como la lluvia, poesía sí se ve desde la ventana de tu casa, incómoda y temerosa cuando estamos bajo ella.

Para muchos es un error, para otros una necesidad, y para todos, el inicio de una conversación que se podría hacer perniciosa sí se posterga. Es de valientes enfrentarla, de cobardes huirles, de zorros escurrirla, de gente franca iniciarla, de sorpresivos utilizarla, de mensajes, el más aturdidor.

Según el cristal con que se mire…y en donde sea esa conversación, puede ser:

Tenemos que Hablar… y en lugar es un parque, plaza, reunión familiar, de amigos, un acto o evento especial y/o particular. Ese tenemos que hablar está bordeado de sorpresas que podrían ser tanto positivas, como necesarias sin ser intrínsecamente malas, sólo en algo distintas a las esperadas, lo que no es malo, es un momento para conocer la otra visión. Allí, la conjunción de caracteres se pone a prueba y nace algo bueno, brillante, dulce, locuaz o mágico.

Tenemos que Hablar…en un café, sencillo, atípico, de exquisiteces; allí se puede ocurrir algo bueno, con la privacidad del estilo de uno o ambos interlocutores. O sólo eso, conversar rodeados de paz. Todo depende quienes hablen, qué busquen, quienes son para sí, cómo se ven mutuamente.

Tenemos que Hablar… en una plaza sola, en un negocio algo estéril, frente a la puerta de la casa y sin entrar, por teléfono, por mensaje, en una esquina, en lugar con muchas personas en franco movimiento, ante un edificio  o imagen poco cómoda. Allí es el lugar para un adiós, que quizá sea desalmado, pero no lo es tanto porque la mente asociará un lugar ya feo, con algo feo y nada lo podrá dañar más.

Malo es ir a un lugar hermoso y que se dañe con una separación que se presentía o no venir. Sí va a decir adiós, no dañes a quien se lo dices ni dañes el entorno visual o auditivo.

Tenemos que Hablar… a una amistad, para darle un consejo, para hacerle una petición, para hacerle un reclamo o regaño al que tienes permiso de amistad dar, para rememorar o simplemente escuchar y/o ver las nubes juntos, sin nada más. Ese tenemos que hablar es un imperativo para liberarse de tensiones, para recordarse en persona, para afianzarse, para recargar baterías, para darse un baño de ánimo y realidad.

Tenemos que Hablar… para rescatar un secreto, una aventura, para confesar una tendencia, postura o cambio radical, para resolver un problema de orden comercial y/o moral. Es una demanda a los valores, una exigencia que no admite medias tintas. Es la corneta que sólo los honorables atenderán sea lo que sea.

Hay que darse cuenta que el Tenemos que Hablar es una oportunidad plena de deberes y derechos. El que la recibe tiene la potestad de decir que ya no hay nada qué hablar cuando ha sido lastimado en alma, mente, corazón, dignidad y cosas materiales. Allí el Tenemos que Hablar, sin una actitud de arrepentimiento no de palabra sino de acción, es inválida.

Pero sí alguien dice antes de la pregunta, que Ya nada tenemos que hablar, ese modo defensivo es una sentencia de que las acciones hablaron ya en nombre de miles de voces que no son más que llantos lamenteros de espectros de un pasado que fue y debe seguir allí, muerto, olvidado, sin que nada lo resucite, sin odiarlo, sin dejar de aprender, sintiéndole inexistente.

Así siempre estarás en el ahora y en el futuro que ahora tiene el brillo de una conversación que se habla con amor, acciones, fuerza y dignidad propia.

Es decirle a la vida, “hoy tenemos que hablar…de mis éxitos y felicidad”.

Argenis Serrano - @Romantistech

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