En la mesa del tiempo y el hacer, piezas de un rompecabezas se encuentran boca abajo. Cada una va desvelando al ser del pasado, del presente y vislumbran futuro.
Pieza
de cintura estrecha, sonrisa escondida, secretos de vida, dolores indebidos, reconstrucción
del ser.
Segmento
que no sabe recomponerse, que existe porque debe, que dejó atrás algunos sueños
y que vive en la alegría de los suyos.
Sección
hecha de estudio, viendo lo infinitésima que es esta galaxia que somos cada uno
de nosotros en este rompecabezas que llamamos universo.
Esa
porción mitómana, que se dice las cosas más complacientes para olvidar las
caídas y los golpes que aunque no queramos, nos da la vida.
Una
pieza que se hacía falta a sí misma, escapando de un tablero donde la figura a
armar era gris y vacía como el ser que supuestamente a su forma, componía.
Las
dos piezas que sin querer, se unen en la caja de la existencia y así se quedan;
en torno a ellas, el resto se siente guiado y se complementa, dando inicio o
sentido a la imagen del rompecabezas.
Una
figura que no creía en su valor entre tantas por ser un segmento sin imagen;
hasta que al unirse al todo entendió que cualquier color es vida, sí sabe y
quiere combinarse con el entorno.
Esa
piecita que se niega a calzar con las otras; la que buscas y buscas en el
rompecabezas y se niega a calzar porque se siente única y a la vez equivocada
en una imagen pública, cuando ella siente y sabe que es una pieza de colección
privada.
La
pieza que se dejó tomar espontáneamente, deseosa de formar parte de un algo,
siendo su combinar tan diligente, que ya a la imagen a formar, sentido le ha brindado.
Una
figurita a la que se le da vueltas y vueltas a ver con cual calza; desesperada
por ya no estar abrumada en el montón que viene en una simple caja de cartón
mientras respira, porque sabe que sí no es ahora que hace parte del entorno y
al mismo no le brinda su lírica, en la otra caja de cartón se irá sin haber
sido ni una imagen onírica.
En
este rompecabezas ha venido una pieza rota y es de un borde; más aunque
discorde, su sitial debido no dejará de ocupar, porque en el rompecabezas de la
existencia, toda pieza su valor e historia, siempre debe contar.
Está
la pieza de la mirada, la que ve y ajusticia a las malas entrañas de quien
busca a la figura armar y entender a su propia complacencia, sin aceptar que
todo lo que formamos también tiene su derecho y libertad de multiplicidad de
mensajes pacíficos y de enseñanzas, otorgar.
La
pieza epicentro, la imperturbable, esa que explica el sentido de la imagen a
formar. Aquella que en la caja del destino muestra el punto X hacia el norte,
sur, este y oeste, diciéndonos a todos que por todo flanco, una obra maestra se
puede completar, así como un proyecto de vida, en muchos sentidos igual se
logra concretar.
Esa
pieza ancha que nos dice que el rompecabezas pronto vamos a terminar, que así
como logramos esto, mucho más podremos, tan sólo hay que soñar.
Laboriosa
faena de tiempo, paciencia, unir y separar. Observando qué conjuga,
corresponde, con quién más se puede juntar, para exponer la obra pictórica,
honor al pintor celestial.
La
gloria se va alcanzando, cuando al fin has de acabar, la última pieza has
colocado, palmas y hurras han de sonar; brindarte un espaldarazo, a ti, por ti,
felicitar.
Más
con humildad vas enmarcando, un paso más en tu largo andar, construyendo el rompecabezas,
del ser, hacer, poder y estar;
La
dicha te va cobijando, la almohada llena de humildad, tu obra vas contemplado,
así como otros lo harán.
Mientras
tanto vas pensando, que sonidos le faltarán, los aromas, palabras y gestos, que
esa figura tendrá, dentro de tu imaginario, que de nuevo compondrá, un
rompecabezas con piezas, que proyectos reales, un día serán.
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