No sé si pueda volverte a ver en persona. Pero sé que serán muchas veces menos que todas aquellas en que te veo en mi mente.
Porque pensarte es la vida saludable que siento merecer. Son esos
instantes que parecen infinitos en que el mundo no me hace daño.
Volverte a ver sería evocar
tantos suspiros, tanta imaginación desbordada, en la que soy tu caballero y tú,
eres mi dama.
Esos momentos en que mi corazón
se agita y parece salirse del pecho y aún con esa sensación, me siento tan
sano.
Estoy convencido que volverte a
ver me reactivará la musa, me sacaría del letargo, me inspiraría a esos poemas
que no valían dinero, sino que tenían un valor aún mucho más alto.
Porque en ellos eras verbo y
predicado, sustantivo y adjetivo, gerundio y jerigonza, prólogo e hipérbole.
Transitaba a Júpiter en sus
anillos, veía sus lunas; Plutón existe y aunque es tan frío, me sentía en la
calidez de tu mirada.
Volverte a ver es el replicar de
la emoción de un perrito que ve a su ser querido cruzar el portal y en sus piernas
acurrucarse a sentirse querido y acompañado tras una larga jornada donde hasta
callados estaban sus ladridos.
Esto de ver tu rostro en las
flores, las nubes, las frutas y los cocuyos que me guían en noches oscuras, es
sano e insano a la vez.
El alfa y el omega, el yin y el
yan, el alto cielo y el descender, todo es un rebote emocional y sentimental
donde en cada golpe contra las paredes de la realidad, siento que más se
cierran y mis esperanzas se aplastan.
Las letras de mis canciones, de
mis poemas y oraciones, se ven caídas, insonoras, desaliñadas, indiferentes. Le
falta ese sabor tan decente que se encuentra en tu mirada, tu palabra
elocuente, ese andar tan contundente y tu aroma que me encanta.
Me hace falta volverte a ver de
lejos, escondido, como quien ve al majestuoso León en su día a día y al que se
le debe respetar su espacio y desarrollo. Más no puedo dejar de contemplar cómo
haces de tu existencia un poema en movimiento, eres justa y a su vez a los
tuyos defiendes, imponiendo tu reinado de saber, sanidad, decencia, belleza y liderazgo.
Por esto y más quiero volverte a
ver, porque sólo a eso puedo llegar a aspirar y aun así, tanto bien me hace que
no me molesta el no poder tener –o tenerte- más.
Los lienzos en mi mente donde te dibujo
a diario, captan casi toda la excelencia de tu ser. Pero obvio que es mejor
volverte a ver, porque la versión original de una obra de arte siempre será la
mejor valuada, la que tiene el mensaje, la que más que verle, uno lo que hace
es admirarla.
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