Sea pensado o sea por instinto; sea
por pecado o motivo distinto, los dejamos ir de mutuo convenio, aunque lo
negamos, porque no queremos...
Son los hijos de Dios, mas nobles y bellos; son tanto de nosotros, como nosotros de ellos...
Les vemos nacer, crecer, desarrollarse, pero siempre nos costará verlos irse, como nuestra familia querida que son...
¿Lágrimas y pesar? ¡válido!, creerle muerto y que no nos dejó nada, eso es mentirnos...
Siempre opinaré que los animalitos
no se pierden, sólo van a alegrarle la vida a alguien más...
Casos fortuitos, los hay y duelen. Pero seamos realistas, nuestras mascotas, los bellos animalitos, son en realidad los terrenales y más queridos angelitos...
¿Por qué no creer que fueron a darle alegría a otra familia?, que están haciendo su vida, su destino, porque están asignados a ellos bajo una bendición...
Me cuesta creer que los animalitos
se pierden, porque llegan a las manos de quienes les rescatan de la dura prueba
de estar en un mundo de humanos que no lo son tanto...
Y en ese nuevo comienzo están nuevas personas que sonríen, sin robarse tu sonrisa, ya que lo vivido jamás se te podrá ser robado...
Diles hasta luego, porque a esos
angelitos los podrás ver de seguro algún día de nuevo en el cielo...
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