Esta es una acción de locos. De un loco soltero que inventó para quizás luego arrepentirse o no de lo hecho...y de lo no sucedido.
Pagar por algo que no consigue en alguien más. Que no puede obligar y jamás lo intentaría. Es algo que no se ganó, por no saber, por como es...o por destino celestial.
Cine, playa, montaña; teatro, fiesta, exposición. Éstas y otras emociones sociales vistas desde un hombre solo siempre son un rato divertidas, menos cargada de responsabilidades y limitadas, pero muy cargadas de soledad y preguntas.
Rondan en la mente los ¿por qué solo?, ¿qué se sentirá estar en compañía?, ¿no me lo merezco acaso?, buscando culpas en el pasado, encontrando algunas y a su vez consiguiendo bondades; todo un conflicto del hecho y el querer.
Buscar en un anuncio de un diario a una dama de compañía, citarla y verla llegar al punto de encuentro. Pagarle sus dos horas al costo que sea luego de determinar que es alguien con quien te agradará estar, dirigirse al hotel...y no entrar.
¡Ven, vamos a ese centro comercial mejor!, ¿no tienes problema con ello? -¡No, igual no soy de por acá, pero no es lo que se estila! ¿no vamos a ir al hotel?
¡No amiga, pagué dos horas de compañía y eso no me significa ahora desnudarnos y poseerte, me significa acompañarnos en rol decente!
En ese centro comercial, veíamos vidrieras, le contaba un par de anécdotas y tímidamente ella reía o con algo de desgano espetaba una que otra grosería; fuimos al cine a ver los trailer porque con una película el tiempo se iría.
Comimos sushi, algo que ella aseguraba no haber probado. Poco a poco fue más espontánea, pero siempre haciendo mención de ¡no te entiendo chamo!, ¿pagas para esta vaina?
Le dije que sí; porque lo que estaba haciendo era algo que yo llevaré de por vida, una anécdota de estar con alguien que sin conocerme, está conmigo y casi sin obligación, porque ella luego de haber cobrado me pudo haber robado. Y no lo hizo.
Allí ella entendió que hay más que un "polvo, sexo, follar" en el sentido de lo que es el término de dama de compañía. Es que hay quienes necesitan más que darle gusto a su miembro, hay quienes necesitan estar con alguien.
Terminó el tiempo pagado y ya su "chulo" le esperaba ante el hotel; me dio un abrazo y algo que ellas no hacen: un beso. Pasó la calle, cruzó algunas palabras evidentemente incómodas y se fueron.
Salí caminando, me veía en las vidrieras y me decía desde tonto, imbécil hasta héroe y buena gente. Mi sexo, bolsillo y razón peleaban entre sí.
¡Vaya usted a saber sí esto ante el cielo cuenta como pecado, como bien o como rutina!, más lo cierto es que me siento más liviano que de haber tenido encuentro carnal.
Quizás cuando haya alguna dama (sí la hay), que conmigo quiera salir, que sí me tome de la mano, no me juzgue, me bese, quiera, comparta y reciba de mí lo mismo y más, esta historia sea un error.
Pero mientras se está solo, las locuras se realizan, elevan y perdonan; o la vida no tendría sabor.
Pagar por algo que no consigue en alguien más. Que no puede obligar y jamás lo intentaría. Es algo que no se ganó, por no saber, por como es...o por destino celestial.
Cine, playa, montaña; teatro, fiesta, exposición. Éstas y otras emociones sociales vistas desde un hombre solo siempre son un rato divertidas, menos cargada de responsabilidades y limitadas, pero muy cargadas de soledad y preguntas.
Rondan en la mente los ¿por qué solo?, ¿qué se sentirá estar en compañía?, ¿no me lo merezco acaso?, buscando culpas en el pasado, encontrando algunas y a su vez consiguiendo bondades; todo un conflicto del hecho y el querer.
Buscar en un anuncio de un diario a una dama de compañía, citarla y verla llegar al punto de encuentro. Pagarle sus dos horas al costo que sea luego de determinar que es alguien con quien te agradará estar, dirigirse al hotel...y no entrar.
¡Ven, vamos a ese centro comercial mejor!, ¿no tienes problema con ello? -¡No, igual no soy de por acá, pero no es lo que se estila! ¿no vamos a ir al hotel?
¡No amiga, pagué dos horas de compañía y eso no me significa ahora desnudarnos y poseerte, me significa acompañarnos en rol decente!
En ese centro comercial, veíamos vidrieras, le contaba un par de anécdotas y tímidamente ella reía o con algo de desgano espetaba una que otra grosería; fuimos al cine a ver los trailer porque con una película el tiempo se iría.
Comimos sushi, algo que ella aseguraba no haber probado. Poco a poco fue más espontánea, pero siempre haciendo mención de ¡no te entiendo chamo!, ¿pagas para esta vaina?
Le dije que sí; porque lo que estaba haciendo era algo que yo llevaré de por vida, una anécdota de estar con alguien que sin conocerme, está conmigo y casi sin obligación, porque ella luego de haber cobrado me pudo haber robado. Y no lo hizo.
Allí ella entendió que hay más que un "polvo, sexo, follar" en el sentido de lo que es el término de dama de compañía. Es que hay quienes necesitan más que darle gusto a su miembro, hay quienes necesitan estar con alguien.
Terminó el tiempo pagado y ya su "chulo" le esperaba ante el hotel; me dio un abrazo y algo que ellas no hacen: un beso. Pasó la calle, cruzó algunas palabras evidentemente incómodas y se fueron.
Salí caminando, me veía en las vidrieras y me decía desde tonto, imbécil hasta héroe y buena gente. Mi sexo, bolsillo y razón peleaban entre sí.
¡Vaya usted a saber sí esto ante el cielo cuenta como pecado, como bien o como rutina!, más lo cierto es que me siento más liviano que de haber tenido encuentro carnal.
Quizás cuando haya alguna dama (sí la hay), que conmigo quiera salir, que sí me tome de la mano, no me juzgue, me bese, quiera, comparta y reciba de mí lo mismo y más, esta historia sea un error.
Pero mientras se está solo, las locuras se realizan, elevan y perdonan; o la vida no tendría sabor.
Excelente historia.
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