Naces
hombre y caballero, es tu personalidad y decisiones lo que hace conservar o
perder dicha caballerosidad. De tu decisión deriva el valor o destrucción de tu
entorno.
Y
el título de éste artículo es verdad, por el cual debo presentar disculpas a
todo el género, implorar perdón a Dios y solicitar la clemencia de la mujer que
dañé. Y hasta en su bien ella me ha dicho que nada malo pasó, porque así es su
corazón. Más sé que esa carga pesa en mis hombros y será evaluada ante el Justo
Juez a mi muerte.
Le
falté el respeto a esta noble mujer al hacerle el amor con toda mi fuerza, pero
dejando que mi cuerpo, mis embates, mis deseos tomaran el control que mi alma,
mente, corazón y respeto debieron tener en todo momento.
No
hubo daño físico, no hubo incompatibilidad en el acto o antes del mismo, nadie
quedó insatisfecho de aquello, pero sí de lo que merecía: amor.
Y
sí negarle el amor a la mujer que se acercó y llegar a la cama antes de –con o
sin palabras, con un adiós o un hasta luego-, despedirse diciendo que eso no
funcionaría, no es faltar al respeto de una mujer, de una dama, de un corazón y
un bien, no sé qué concepto exista sobre el respeto actualmente, pero yo sé que
se lo falté y no me queda una pizca de orgullo.
De
haber planteado reglas desde un principio, de las verbales, quizás escritas y
no tácitas o postergadas o una displicente indiferencia hacia las mismas, otro
gallo cantaría.
Más
la vida me pasó factura de la forma debida, redención y felicidad para ella,
castigo de soledad y una pizca exacta de hidalguía para seguir y callar por el
abominable crimen que cometí.
Y
sí, es horrendo, aunque no sea titular de página roja en los diarios ni
condenable ante un jurado humano, es aborrecible ante el género masculino que
sí sabe de respeto. Ese que quizás está disminuido por los poco hombres o por
los que son del montón, aunque lo nieguen.
Los
verdaderos caballeros, más que reconocer el error, deben evitar acometerlo; y
sí su humanidad se los hace realizar, pues que no se repita. Y deben tratar de
luchar día a día por volver a poner la frente en alto, para lavar la afrenta a
la mujer que ya de seguro (y muy merecidamente), debe de estar lejos de ese equivocado
“hombre” y que al llegar una segunda oportunidad, porque como dije, no es un
delito penado por los humanos y Dios sí sabe perdonar en base a hechos, pues no
debe ni reincidir ni innovar en nuevos errores.
Más
que quede claro, aunque sea pecado, los amigos sí deberían tener relaciones
sexuales, sin dañar la amistad, pero con reglas irrompibles desde un principio,
porque el sexo y hacer el amor están íntimamente
ligados sí hay respeto, comunión de ideas y no se cambia el parecer. No debería
ni arruinar una amistad, más bien una amiga debería salvar a un amigo y
viceversa, cuando estén en sequía. ¿O sólo son amigos para beber y ver béisbol?
Acostarte de manera casual con cualquiera, sea un extraño o
un viejo amigo, puede resultar en una situación súper incómoda. Y aunque no
existen reglas (especialmente en esta sociedad), si sigues nuestra guía de sí y
nos, podrás llevarlo a cabo sin mayor complicación.
Eso,
bien delineado, puede darle honor al acto, porque no hay el halo de ilusión y,
de haberlo, también se debe plantear, jamás adivinar qué hay en la mente del
otro, mucho menos en su corazón.
Faltar
al respeto a una mujer es hacérselo a las de tu hogar, aunque ellas con su
forma de ser no sean ellas, aunque tengan actitudes desafiantes, extremas,
desinhibidas, desinteresadas por lo pequeño, trivial y más aún, por los valores
indispensables para formar una vida.
Ella
es feliz ahora, como quise pero no hice, como debí e incumplí, como merece y no
se lo di. Y eso, aunque no me crean, me hace feliz, porque el destino le premió
el corazón y el honor, mientras yo purgo mi condena en esta batalla con el peor
enemigo del hombre, la anarquía, inseguridad y limitación a sí mismo.
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