Ningún
corazón bueno puede soportar la infidelidad, ni darla ni recibirla.
Ser infiel
un rato y luego decir que no va a reincidir porque ahora se va a portar bien, es
fidelidad.
Un hombre
bueno, que recibe la noticia de su novia de estar embarazada de otro, poco
tiempo antes de la boda, es víctima de infidelidad.
Y ese
corazón no aguanta la noticia, llora por horas, le duele la cabeza, se pregunta
por qué, se inculpa y exculpa, no duerme, se aísla.
Y cuando
parece que se calmará para hablar, se desploma y le sobreviene un infarto. Y en
la cama de un hospital, muere.
El
diagnóstico habla de arterias, venas, qué sé yo.
Los que le
conocemos sabemos que murió de amor.
Porque fue el fiel enamorado que resultó
traicionado.
La mujer que
es víctima de un infiel, siendo ella hacendosa, bella, capaz, consecuente. Y
él, por cobarde o creer tenerle comiendo en la mano y buscando más placer, le
es infiel.
En divorcio culmina
y él termina culpándola, entre falso llanto y promesas vacías, para luego ser
hostil.
La
infidelidad no conoce de géneros, sólo conoce de los corazones.
Y sí el
corazón quiere disfrazarse según la ocasión, es infiel.
Un corazón
bueno jamás es infiel. Sólo le es infiel a la infidelidad.
Y sí no hay
amor o futuro, sólo compañía, lo más fiel es decir adiós y seguir.
Pero no
mates, no hieras, no te creas superior, no seas infiel. Aunque no se descubra, sentirás que eres desleal hasta contigo.
Argenis Serrano - @Romantistech
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