Por favor, te pido que leas bien esta carta, una
declaración de amor tardía pero válida. No sé cuál sea su extensión pero sí su
intención. Que sepas que el querer y el amor se conjugan con tu nombre.
Ya es obvio el fin de la misma, pero permíteme
divagar. No te saltes ningún párrafo. Toma tu taza de café y galletas de
chispas de chocolate que sé que tanto te gustan, que acompañan a tu stress, tus
alegrías y el llanto. Yo, hago lo mismo mientras te escribo. Y así comienzo...
Usando la frase trillada de “desde el día que te
conocí”, inicio contando sobre ese amasijo de sentimientos que tuve al verte:
aprehensión, confusión, éxtasis, melancolía, delirio, todos tras el muro de
contención de mi decencia, caballerosidad y realidades. Comencé así una cruzada
por el amor que hasta el día de hoy sigo librando.
Tal cual presumí, el amor en mi ser era esa
sensación del “click” que encendía las turbinas de mi corazón. Y comprendí que
mi visión del amor no era la de esos amantes que dicen no poder vivir sin ella
o vivir sólo para ella. Yo quería vivir contigo, ser esos dos que se hacen uno
y vuelven a ser dos cuando la independencia lo amerita pero saben que siendo
uno es que tienen vida y amor real.
Nunca tuvimos una cita, sólo nos veíamos fuera por
la coincidencia, los lugares frecuentes o porque me lo proponía cuán niño de 14
años enamorado por primera vez de la más bella del salón. En cada encuentro me
comentabas sobre aquel amor fraterno que nunca se materializó y que sin querer
buscabas en otras gentes, menos en ti.
Mi primera intención fue esa, que hicieras
introspección, que salieras del letargo de querer un pasado a la manera que no
fue, pudiendo hacer ello en el presente y así reformar para bien el futuro. Y lo
lograste por ti misma, yo no tuve nada que ver; tus monstruos eran molinos de
viento que supiste reconocer y así entablar lazos de verdadero cariño con el
ser más fraterno que te necesitaba en su vida: tú.
Recuerdo tus cuitas con tus demás familiares, eso
que estaban tan lejanos estando en el cuarto de al lado, que casi te lanzan al
abandono sentimental. Pero siempre fue tu actitud positiva y tu temple
formativo los que salieron adelante. No es que te llegaron a querer, pero te
dieron su respeto y ese, no se compra, se gana. Y tú, como ganadora, lo
obtuviste.
Las conversaciones religiosas se hicieron frecuentes
en tu vida, nunca de manera incisiva ni perenne, porque las hacías para
sustentar y refrendar esa paz que día a día ibas recuperando, labrando y ya
esparciendo. Porque así eres tú, pacífica pero aguerrida, cordial pero directa,
humana y a su vez, divina (aunque suene extraño el juego de palabras que espero
puedas disculpar).
¿Sabes cuándo no te entendía?, ¡cuando hablabas
inglés!, pero me deleitaba porque era como escuchar esas canciones en inglés en
la radio que no sé qué dicen, pero es la energía que transmiten que se hace
contagiosa y uno trata de llevarles el ritmo y hacerlas suya, propia, ser parte
de su identidad y mensaje. Así eres tú en tus palabras en ese idioma y en
español. Así serías en todos los idiomas, una ciudadana universal, una dama
aquí, allá y dónde sea.
Tu alma peregrina viajaba en el conocimiento, la
imaginación, por tierra, por aire y mar. Te gusta recorrer, sentir y sobre todo
vivir a plenitud. Hacías del turismo un recabar de poesías, personas y sentires
que al narrarlas me llevabas a dichos parajes en mi mente, donde te confieso en
esta declaración de amor, siempre estabas conmigo.
Vestida de blanco, sosteniendo tu pamela ante la
juguetona brisa que con la excusa de empujar a las olas quería llevarse tus
accesorios y que tu piel radiante se exhibiera lo más púdico posible ante ella;
como sí el mar me quisiera regalar así tu presencia.
Pero te advierto, siempre te vi, te veo y no sé si a
futuro pero me gustaría, te veré como mujer, dama, amiga, suspiro, ejemplo, cariño,
picardía, algo de desparpajo, bochinche y sobre todo mucho corazón. No puedo
verte en una cama, imaginar tu desnudez, morderme los labios viendo tu caminar
con picardía. No, no puedo. Porque un hombre enamorado ve al cielo en una mujer
y un caballero ve a la mujer como al cielo, destino de Ícaro, casa del Supremo,
puerta al espacio, sitial de los sueños.
Dispensa por aclarar esto. Es que temo tanto el
perderte que debo ser insidioso en las cosas que los demás hacen banales o
asideros para sus más bajos instintos. Cuando mi instinto es vivir para saberte
feliz-
¿Otra cosa que me motiva a esta declaración de
amor?, ese ímpetu para trabajar, por hacerlo bien, por disfrutar lo que haces,
por hacer de tu trabajo no un escape del día a día, sino un sitio donde la vida
sea más afín con tus sueños. De allí salías a las compras, tomarte o comerte
algo y llegar a casa a qué sé yo, salvo imaginar que a ser por igual de
laboriosa y luego, retocar esas coqueterías que son adendas a tu cándida
belleza y glamour.
Recuerdo la imagen que me mostraste de tu
graduación. Toga, birrete, diploma, bufanda eran el ornato y el jardín de
flores tu sonrisa de triunfo y esa mirada llena de brillo que la cámara tomó y
que no se sabe cómo terminan bañando de luz a quien la ve. Naciste para los
logros y lo sabes; los has forjado porque tu mente de los lastres, tú misma de
tu vida lanzaste.
Misteriosa, enigmática y a la vez franca, abierta y
sincera. Haciendo de lo público y lo privado una pequeña isla alta que ningún
vehículo debería franquear, so pena de estrellarse aparatosamente, pues la vía
para cruzar la segmentas y concede los permisos tú y nadie más.
Hoy en esta declaración de amor, te presento todas
mis intenciones de mejorar. Y a su vez te digo tantas verdades: el dinero es
rudo de alcanzar, pero lo hay. Un hogar es difícil de pagar, pero la
disposición está. Que obstáculos y la mala costumbre de dejarse apretar por el
tiempo en vez de hacerlo valedero, sucederá. Aún estando conscientes, sucederá
porque así son las cosas. Y a veces un poco de presión hace grandes cosas, como
los diamantes. Y sí, divago intencionalmente porque quiero decirte que el
diamante más bello eres tú.
Y en esta declaración de amor debe estar un diamante
que engalane a un aro de otro fino mineral para que se coloque en otro lugar
bello, tu dedo. Más como te dije, el dinero es difícil, pero no imposible y aún
está por lograrse.
Pero no me quería detener más en esta declaración de
amor que espero estés leyendo y prosigas. En ella te declaro todas mis
intenciones de mejorar en mis fallas y en mis aciertos. Como dije arriba, no
para desvivirme por y para ti, sino para vivir contigo, que seamos ese par que
es uno de verdad, verdad. En las altas y bajas, entre las risas y bravatas,
entre las penas y pundonores. De esos extraños amores que uno se escribe antes
de dormir y que quiere verse realizados al despertar, tal cual como quiero
verte día a día para que soñando y despierto, siempre exista esa presencia
feliz que eres tú.
Comeremos perros calientes en el suelo; iremos a un
buen restaurant. Nos mojaremos en la lluvia esperando un bus, nos bañaremos en
la playa jugando como niños. Lloraremos ante la tumba de quienes amamos,
estaremos ante la mesa en cada Navidad ante quienes queremos. Eso te lo
prometo, eso puede ser más y mejor, eso quiero contigo y por ello está mi
declaración de amor.
Quiero salir de mis complejos y mortificaciones de
una vez; de esas en las que me has regañado y te ha incomodado mi casi pueril
actitud. De mi trauma por ser feo, pobre, nada agraciado y no ser de modas ni
de autos. De los que apenas tener para comer y como un loco se le ocurre buscar
el amor de una mujer. Pero es que la verdad sea dicha, cuando hay una batería
perenne y tan positiva como tú, obvio que deseo contigo estar.
Tienes muchas cosas, las que el trabajo y la vida te
permiten. Y aún así eres tan sencilla y humana que por eso me encantas. Por eso
mi atrevida declaración de amor que ya no más se aguanta. Esa que aunque sabes desde
hace mucho porque la he diluido como el cobarde dice a su general los partes
oficiales, te he estado desglosando y que elegantemente has sabido discurrir.
Pero ya está claro, que te declaro lo que siento. Te
amo y la verdad que el decirlo aunque sea así, de corazón que no me arrepiento.
Porque es un amor sincero, pleno, verdadero el que siento por ti y que pregono
a los cuatro vientos.
Lo único lamento es que fuera tan tardío y que esta
declaración de amor se vaya a sentir como una perturbación ya que te vas a casar
con ese caballero que sí supo tocar tu corazón. Ese que no tiene grandes
posesiones materiales pero sí el pundonor para ofrecerte la estabilidad que
mereces y que es más grande que las cosas: la estabilidad de un amor de dos,
hechos uno.
Eso le hace a él el tenedor de la mayor posesión que
eres tú. Y de esos diamantes que de tu vientre vendrán. Aunque no lo conozco,
le respeto y le admiro además de presentar mis disculpas por atreverme a enviar
esta misiva con una declaración de amor a su dama ya prometida; sea la excusa
que fuere, éstos temas a espaldas son problemáticos y por ende aunque no lo
sepa, me excuso y a ti te pido que con fuego, esta carta luego de leída muera
en lo físico y en tu mente, sea no más que un traspiés de otro que ya no tiene
validez. Y cito sin temor que a él mucho lo felicito porque supo llegar al
corazón más digno del mundo, ese que te hace la gran mujer que eres.
No, por favor, no te aturdas ante esta lectura. Te pido
a estas alturas que esboces la más satisfactoria de las sonrisas. Me brindaste
tantas premisas que en ellas puedo navegar y descubrir, aventurarme y existir,
conjugar por fine el ser y el estar, conmigo.
Tengo una paz muy grande porque te veo feliz y sé
que así de por vida lo estarás, contra todo pronóstico de esos malos agoreros
que ven en el matrimonio el error del amar. Y quien ama de verdad es feliz
cuando la persona amada lo es, sin mezquindades ni nada por el estilo.
A veces el expiar las culpas y sentimientos debe acarrear
un dolor adicional entre los afectados y el afectante, para que este último al
fin deba pagar para ya no deber. Con esta declaración de amor a la más
maravillosa y espectacular de las mujeres que ha pasado por mi vida, lo hago.
Finalizo mi declaración de amor abruptamente porque
ya no sé qué decir, tanto como no sé qué hacer con tanto sentir y no tener a
quién dárselo. Aunque parte de ello me lo daré a mí, sin que sea lo mismo
porque no podré obsequiarme esa mirada que no juzga y que si hermana y que sí
parte de tu esencia celestial emana.
Y vuelvo a pedirte me regales una sonrisa que el
viento, la luna o la estrellas me retransmitan, porque tienes que estar
satisfecha de que le enseñaste a un hombre lo que es el amor de verdad y que
otro aprendió tanto que se graduó de feliz en la escuela que es tu existencia.
Declaración de amor a destiempo que debía decir
antes de que llegaras al altar, donde con cariño quisiera estar, pero como un
ser humano común y corriente debo evitar asistir. Porque ya a la hora de mi
muerte deberé pagar la deuda de mi pecado del silencio, de la omisión, de la
inacción y de no saber administrar lo que el sudor de mi frente pudieron ganar.
Y no, sabes que no te hablo de haberte querido ganar
con las cosas materiales, sino estar cubiertos de las carencias terrenales
mientras que en un parque y tirados en una manta en el pasto, tú usándome de
almohada me señalarías con el dedo ese lugar tan alto que es el cielo y que a
su vez pareciera emular el puesto que dicho celo te dio en la vida y que jamás
supe alcanzar ni dejarme notar cuando en cada declaración de amor que hacía, me
esforzaba por ante ti al fin hacerme notar.
Que tu boda sea la declaración de amor en tiempo
real y vida plena que de verdad mereces alcanzar. Mis mejores deseos para ti.
Argenis
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