Discúlpame, aunque no me arrepiento. Más al verte en aquel corredor con tu paso seguro y de ráfaga, portando un vestido que parecía dibujado en tu ser por serafines, yo te desnudé con la mirada, te lo quité y te coloqué de inmediato como ropaje un vestido de novia casi tan encantador como tú.
Y ególatra,
mezquino, osado, fantasioso, aprovechado o atrevido me coloqué en una micra de
segundo un traje de boda para hombre como esperándote ante el altar.
Luego pasamos
lado a lado y nuestras vidas continuamos. Al menos eso me hago creer, pero tu traje
de novia bordado de nubes, con velo de destellos de luz, hermoso aunque no
tanto como tú, se hizo mi visión más perfecta de la vida, la que los mejores
pintores del mundo jamás en su excelencia, con pinceles de aurora ellos
lograrían.
Parece que te
hice ideal en toda situación, porque también te hice un vestido de boda civil, una
boda que para formalizar, nunca podría faltar.
Y te verías cuán
oxímoron nerviosa, ansiosa, segura y serena, como lo es toda mujer honorable,
como ha de ser una pareja buena. Y yo con un traje de boda para hombre azul,
para acompañar a la serenidad del día en que la ley confirme lo que ya
sabíamos: el amor por siempre nos une.
Ese vestido de
novia y ese traje de novio nos los quitaremos porque son prendas, pero como en
la canción somos novios, por siempre
así nos trataremos.
Saber nivelar lo
apasionado, aguerrido, libre de un noviazgo con lo responsable, edificante y
comprometido de un matrimonio es mi visión del estar casados. Perdóname si
estoy con ello desfasado.
Imaginarte con
un vestido de novia, princesa mía, ha sido de las mejores imágenes que ya han quedado labradas en mi alma.
Cuando ese traje
de novia para boda te llegues en verdad tú poner, seré el primero en
aplaudirte, aunque el traje de boda para novio, no lo use yo para ti, sino que
se lo ponga el elegido, con el que serán declarados
marido y mujer.
Argenis Serrano
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