Tú, mi
amor, que caminas como un beso,
andando vas por entre mis palabras:
siento como si avanzaras
Separando
las ramas azuladas de un jardín,
de las verdes hojas trémulas de donde nace el viento.
Recorres el papel con mi escritura.
Y cuando escribo la palabra río
tú lo cruzas como diosa caminando;
llegas y te extiendes en la arena dorada
de muchas
otras sílabas radiantes
que en la orilla te esperan venerándote.
Y cuando escribo rosa,
la
rosa que has deseado,
une su forma a tus dos manos unidas,
como
un guardapelo dorado.
Si escribo sed, te acercas a mis labios,
brindando el frescor y fuerza de una cascada, luego aparece tu cintura,
El
tallo del árbol de la vida.
Si escribo nido azul, palpita tu garganta,
En el
cual un trinar de aves,
Es tu
voz que me acurruca,
con
tus palabras que tanto me educan.
Y si palmera escribo, descansas a su sombra
y si escribo montaña, bajas serena y segura por su sendero,
donde tu corazón relampaguea.
Y si
escribo mariposa, te veo a ti
posada en dos magnolias temblorosas.
Apoya
tu cabeza en esta luz,
en este pecho de hombre,
en
este verso de palabras desveladas y febriles
y quédate dormida, tronchada y extendida
en
esta hamaca que es el vaivén de la vida;
mecida por el sueño que sale de mi mano
cuando te escribo, o lento, te acaricio.
Si
alguien quiere tocar la brasa pura,
del amor en los años venideros,
que toque estas palabras donde brilla,
nuestro cariño, que auguro sempiterno.
Argenis Serrano
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