En
la Intimidad, allí, donde nada ni nadie puede
tocarnos, donde habitamos de mil maneras.
En la Intimidad, donde nos vemos no sólo cómo
queremos, sino como en realidad somos, sin espejo.
En
la Intimidad, donde se proyectan emociones, fantasías
y diversiones, sin límites ni distinciones.
En la Intimidad, entre cuatro paredes, piso y
techo, que son guardianas fieles de nuestros secretos.
En
la Intimidad, donde el llanto aflora, las rabias
instan a golpear, donde se pierde la calma y pronto, se encuentra.
En la Intimidad, sitial donde nadie nos dice algo directamente,
más que en los recuerdos.
En
la Intimidad, los juegos de la niñez se regresan para
que juntos, nos reencontremos con el ser y el estar.
En la Intimidad, dibujas, coloreas, cantas, bailas,
juegas, saltas y tu público son todas aquellas emociones felices que te aúpan a
creer en ti.
En
la Intimidad, acechan fantasmas que quizá te asusten
en un principio; luego son tus compañeros de bohemias y al final les ves
descansar porque han dejado de penar.
En la Intimidad, comes aquello que te gusta, sin
remordimientos, recordando viejos sabores que traen a colación lugares,
momentos y personas.
En
la Intimidad, crees que tuviste errores y
debilidades, hasta que entiendes que tuviste experiencias.
En la Intimidad, puedes imaginar diálogos,
movimientos y éxtasis que quizá no ocurran con ese alguien, pero que en tu ser
no serán meras aventuras taciturnas.
En
la Intimidad, se pide vida, aunque la muerte aceche.
En la Intimidad, nadie sabe que pasamos a lo
prohibido o tabú, lo disfrutamos en éxtasis y luego, sin pecado regresamos.
En
la Intimidad, ninguna tribulación puede dominarnos
más allá de lo que ameritamos.
En la Intimidad, se ven sombras, porque toca
lidiarlas con la luz que sabemos podemos emitir.
En
la Intimidad, creamos historias que quizá no sean
ecuánimes por anárquicas. Más se dejan salir para que existan y luego, se hagan
nada.
En la Intimidad, se busca resolver en una almohada,
los problemas que nos hacemos de pie.
En
la Intimidad, nos damos cuenta que sólo requerimos
descanso; porque al levantarnos es cuando realmente podemos y debemos resolver.
En la Intimidad, nos gana esa risa pícara y
sardónica que el mundo juzgaría.
En
la Intimidad, le decimos a la malicia, “sal,
enfréntame con tus argucias”, para mostrarse y saberse por nuestro bien,
vencida.
En la Intimidad, conversamos con esos seres que
habitan en nuestra alma.
En
la Intimidad, lo que los necios llaman locura,
nosotros le sabemos cómo la cordura que monologa el alma.
En la Intimidad, aprendemos a amarnos, porque
sabemos que podemos claudicar sin un intento.
En
la Intimidad, lloramos lo necesario y luego esas
lágrimas enjugamos y las hacemos caer en pozos de silencio.
En la Intimidad, se está con esa primera persona
que se necesita, te grita, te llama, te exige.
En
la Intimidad, retomamos fuerzas, porque sabemos que
la existencia de quien sabe a la misma amar, por buena senda, prosigue.
En la Intimidad, nos encontraremos tú y yo algún día.
En
la Intimidad, como agua y aceite se verán nuestras
mentes y actitudes.
En la Intimidad, río y mar estarán en lucha para
ver quién es el que domina.
En
la Intimidad, habrá un solo triunfador, que no será
otro que el amor sobre una cuita extinta.
Muy bueno en la intimidad.
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