Mis cánticos a la Violeta
Estás
revestida de un manto de verde hoja y un ropón de honor ultramarino, adornado,
Violeta, con el color que te da tu nombre, además de una humildad y aspecto que
crea delicias a los sentidos.
Si
la rosa es llamada el orgullo de la
mañana, tú deberías ser llamada la candidez benevolente.
¿Es
digna de envidia tu hermana la rosa, viviendo la vida de los dichosos, pero
muriendo mártir de su propia belleza?
Tú,
Violeta, ya marchita desde la infancia, te consumes de pena y naces ya vestida
de duelo, pero siempre con un alma en total algarabía que es contraste, delirio
y misterio.
Qué
breves son los momentos de vida que tienes, así como la abeja; pero como ella,
eres tú, Violeta, portadora de una vida esplendorosa, aliciente y agradable.
Son
largos los días en que el follaje que te acompaña, pasa a vegetar y se reseca,
dejándote despojada de hojas, pero nunca indefensa.
Pero,
n faltan los que abusando de tu comedida manera de ser ante el mundo, te tratan
con frialdad, tosquedad e/o indiferencia; seres secos y nulos, tanto así que ni
tu modestia ni atractivos llegan a tocar su corazón.
Quien
a ti se acerca vacío y sin buenas intenciones, como un cascarón quebradizo muy
pronto quedará; quien se acerque con ganas de tenerte a su lado para bien, del
color Violeta del universo que portas, su alma y sentidos se llenarán.
Porque
causas placer y encomio a quienes de tu lado te tienen y mayor agrado a los que
te ven.
En
los mercados de la vida, se te da poco precio para todo lo que vale; son pocas
las consideraciones para tu enorme cuantía.
Hay
quienes te buscan defectos incluso luego de haberte colmado de elogios. Son esas
gentes que se descartan a sí mismas.
Y
los que quedan, Violeta, son la pureza misma del amor, la amistad, la compañía,
la solidaridad y el brillo de la vida misma.
Fresca
siempre, convencida de ti misma, regalas perfume a las gentes de bien, regocijándoles;
incluso hasta tu flor seca, tiene virtudes para ayudar a la salud de cuerpo y espíritu.
Pobres
de aquellos que ignoran por temor, terquedad o egocentrismo tus cualidades y
desdeñan descubrir tus ocultas propiedades.
Violeta,
ofreces tantos motivos de reflexión a los meditativos, que, estudiándote,
entendiéndote, buscándote, lograr instruirse de tus saberes, decires y
pensares.
Porque
tu modo de ser le interesa a los que
oyen la voz de la razón y además, suspiran por tu sutil y permanente belleza.
Consuélate,
Violeta de ser tan frecuentemente desconocida, aunque paradójico sea.
Porque
al ver a tus flores, sobre débiles tallos, que asemejan a un ejército cuya
caballería ligera, con cascos de esmeralda, hubiera adornado sus lanzas con
zafiros y, diestramente, arrebatado con ellas, la sorna victoria de los
enemigos del amor.
Sigue
así, Violeta linda, sabiéndote en compañía aunque te creas sola; porque en el pensamiento
de quien por ti se inspiras, todo el día y en toda empresa, vas, estás y a tu
nombre, el éxito, bendiciones, suspiros y besos, una y otra vez se te dedican.
Sólo
se marchita la flor que no se acerca al humano y aún cortada de su jardín, sabe
que dejará un legado de brillantez, dulzor e hidalguía.
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