Quizá sea por lo que con tus ojos ves.
Tal vez sea lo que de mí has escuchado, sean mis palabras o
lo que otros han comentado.
Posiblemente sea mi forma de vestir, mi manera de andar,
incluso hasta por quien he decidido votar.
Imaginarás mi salario, mis gustos musicales, cómo es mi casa
o cómo son mis padres, sus creencias y vivir.
Será mi aroma, mi poco cabello, mi estatura.
El gusto por el deporte al practicarlo o al verlo en
televisión.
Mis estudios, mi saber, la filosofía y el proceder que con
ello tengo.
La dicción, cultura general, el hilvanar de una historia o el
divagar de otras.
Los refranes, coloquios, la dicharachería e incluso las
groserías.
Cómo me transporto, los destinos que me gustan, la vida
social o las actividades al aire libre.
Posiblemente no te guste mi afición por la Internet y las
redes sociales, que leo y con las que interactúo hasta muy tarde.
Mi físico, el bajo poder para seducir, mi imagen que no vez a
tu lado en cada despertar y mucho menos en un hijo o hija.
¡Pues tranquila!, que no eres ni la primera ni la última y
todo eso que has leído –incluso más- soy yo.
Nada de eso me amilana, sino que me invita a mejorar para
corregir y aumentar sin afectar mí mayor fortaleza interna: mi personalidad.
Como habrás visto, analizado, conocido o escuchado, en mí no
hay maldad, agresividad, rencor u odio.
No antepongo al mal sino a la justicia, equidad y humanidad.
¿Jactancioso?, tal vez. Pero es un modo de vida que no me
impuse, sino que me es natural.
Soy mundano y caballeroso; el contraste que no es el ideal,
pero libre de todo mal.
Sí debo reconocer ello, es porque es mi carta de presentación
y lo que siempre podrías palpar.
Este es el yo de verdad y como no hace mal ni se estanca,
sólo lo mejoro para hacerlo más acorde a los tiempos y que sea mi legado a
recordar.
Ya que quizás has visto todo lo que a primera vista aflora y
no quisiste hurgar más, te vuelvo a preguntar:
Por ser esta la misma cara que te daré siempre y que no finjo
para enamorarte y que sientas lo mismo que yo por ti, para hacer valer este
tiempo terrenal, dime…
Sé que tienes
razones para rechazarme, pero, ¿No has pensado en alguna para aceptarme?
No hay comentarios:
Publicar un comentario