Cuando el aprendizaje entremezcla las lecturas organizadas, el lado espiritual,
humanístico e histórico de La Biblia por vez primera para las niñas y niños,
llegando estos a entenderlos y profesar su fe con libre albedrío, allí se hace
realmente la primera comunión.
Los familiares orgullosos les comprar sus trajes blancos, están en el
acto catequético, preparan una fiesta humilde con la cual romper el ayuno, dan regalos de comunion para los invitados con
diversas temáticas para que este día sea recordado no como una reunión más,
sino cuando un infante “surge humilde y victorioso” a entender lo que Dios hizo por nosotros.
La primera comunión es parte de los sacramentos de iniciación (bautismo,
comunión, confirmación). Esta escala se une a la comprensión, autodeterminación
y convicción para crecer como persona en el área espiritual y religiosa. Y eso,
es un acto de amor a sí mismo que debemos exaltar.
Quizá los primo comulgantes de ahora no internalicen del todo las
enseñanzas que han recibido. Pero verán que el conocimiento y lo tácito de la
espiritualidad, le permitirán enfrentar a los malos momentos y demostrar qué
entendieron y cuáles son sus sentimientos reales.
Y cuando los buenos momentos aparezcan, los atesorarán mucho más, porque
sabrán que son los dones de amor que Dios les ha brindado en base a su bondad,
humildad, rectitud y convicción.
Lo que se aprende en la primera comunión
Recepción del Cuerpo y la Sangre de Cristo en la Eucaristía por primera
vez. Recibirlo es un premio y honor a la bondad,
rectitud y humanismo; es la prueba de haber mostrado amor.
Confirmación y fortalecimiento de la fe católica. Esa que va más allá de las iglesias; la que se demuestra en el día a
día y hace que Cristo habite en nosotros.
Iniciación en la comunión eclesial y participación plena en la vida de
la Iglesia. Es una carga que hace feliz a todo
niño, la de ser responsable de profesar amor, bondad y humildad.
Incorporación más profunda en la comunidad cristiana y en la familia de
creyentes. No es sectorizarse, sino unirse. Los
verdaderos católicos se unen sin miramientos a todos sin importar cómo profesen
su fe o si no son creyentes. Ven y están con el humano que no le hace mal a
nadie.
Reforzamiento del compromiso con los valores cristianos y la práctica de
la fe. Al aprender en la preparación para la primera
comunión qué se le pide como hijo de Dios, sabrá qué hacer y discernirá cómo
hacerlo.
Conciencia de la presencia de Cristo en la Eucaristía y en la comunidad. Sabrá desde la primera comunión, lo que ya recibió desde el primer
momento, se decretó en el bautizo y lo vivirá cada día de su existencia: Lo Grande que es el Amor de Dios.
Desarrollo de una relación personal con Jesucristo y con la Iglesia. Hablar con Jesús y seguir su ejemplo, es una manera de aprender y
profesar el amor.
Conciencia de la importancia de la participación regular en la Misa y
los sacramentos. Es también un valor cívico y
ciudadano que le mejorará en su comportamiento social.
Comprensión de la responsabilidad de ser testigo de la fe y difundir el
mensaje de amor y compasión de Cristo. En la primera
comunión se aprende a cómo creer y manifestarlo. Ello le enseñará las verdades
y palabras correctas para estar en sintonía con el cielo y la tierra.
Refuerzo de la importancia de la oración y la vida espiritual en la vida
diaria. Quien ora de corazón, recibe lo que
Dios considera correcto para todos. Así no hay anarquía y se construye el justo
balance del mundo.
Celebración de un hito significativo en la vida de fe del niño o niña. La primera comunión nace de una preparación que llevó esfuerzo y
entereza; además, estar con otros infantes, familia y gente buena, crea
recuerdos primorosos, afectivos y sociales que les servirán directa o
indirectamente de por vida.
Recepción de regalos o símbolos rituales que representan la fe
cristiana. Así como los invitados reciben
recuerdos de la primera comunión, los primo comulgantes reciben obsequios que
les enseñan de humildad, ahínco, nobleza y sencillez, que mejoran su carácter y
les preparan para cualquier altibajo.
Recuerdo especial de este sacramento como un momento de alegría y
significado espiritual. Es una fiesta de solemnidad y
respeto, pero también de mucho amor, alegría y buenaventura. Eso siempre se
recordará y se estimulará para que jamás muera, como la fe.
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