domingo

Hasta siempre emigrantes venezolanos, mi gente querida


Esos amigos de viajes, cantos, fiestas, velorios, en la salud y la enfermedad, en los estudios, en las rabias, en las mudanzas y reparaciones, en lo laboral y estudiantil.

Amistades que más de dos tercios de mi vida me han acompañado y de mi cariño, respeto, mano de obra y buena voluntad, palabra amena, cursi, sarcástica, grosera, cruda pero sincera han tenido.

Me van a hacer falta. Lo sé porque ya me hacen falta desde el momento en que dicen que se van; me hacen falta cuando parten y tratan de no despedirse porque saben que eso dolerá más.

“Dicen que no son dolorosas las despedidas; dile a quien te lo dijo, que se despida”.

Encontrarles por la calle; prestarles dinero o viceversa; compartir empanadas, jugos, perros calientes, hamburguesas, arepas, refrescos o cervezas. Y ya eso no va a ocurrir.

Nos hablábamos por teléfono de casa. Luego mensajes por celular. Luego el MSN, los chat, Facebook, Skype y Whatsapp estando tan cerca, sin saber que ahora sólo eso nos queda, juntos con los recuerdos.

Que se vayan porque el país está mal es un buen motivo y a su vez es malo que ello suceda, por el simple hecho que se van y me van dejando solo.

Tanto que cuesta hacer amigos y amigas de verdad verdad, esos que son colcha y cobija, por los cuales uno puede meter las manos en el fuego y ellos harían lo mismo. Esos amigos y amigas que te abren las puertas de su hogar y sus familiares se hacen tus amigos y en amalgama nos vamos haciendo una familia que Dios nos dio sin ser consanguínea.

¿Qué voy a hacer sin ustedes?, voy a seguir, pero llorando, suspirando, lanzando blasfemias y gritos que me nacen del alma porque esto es tan cruel como la mano de la muerte cuando se lleva a un ser querido. Ando dolido porque se van y sé que eso es indebido, tanto como acostarme llorando y preguntándole a la vida, ¿por qué?

Y llorarlos es malo porque ustedes no han muerto. Más bien salieron a buscar vida, la que acá se merecían y las condiciones les quitaron. Esa decisión que hasta los más renuentes o detractores consideran de manera callada cuando ven que las cosas no son como les dijeron, no son lo que soñaron, no son lo que ellos querían.

Tengo el corazón bombeando lágrimas en vez de sangre y sigue siendo un acto mezquino, porque debo alegrarme que ustedes, con su potencial, carisma, destreza, estudios, corazón, preparación y educación de hogar, han salido a buscar un espacio en el mundo, el que desde la sencillez construirán.

“Es una triste alegría ver que alguien querido se va del país”.

Y sé que ustedes suspiran por Venezuela donde están, así como yo suspiro por ella y por ustedes.

Amigas, amigos, sólo algo les puedo pedir desde mi corazón, cuídense mucho, sean siempre esas maravillosas personas que de variadas formas llegaron a mi vida. Y de corazón les pido, no me olviden, yo no los voy a olvidar porque viven en mi corazón, en mi historia, en mi cariño, en mi formación, en mis risas y tristezas, en mis cuitas y triunfos.

Ustedes no son virtuales, son reales porque habitan en mi tránsito por la vida.

Amistades que son mi familia, les quiero tanto como puedo querer mi vida, cuando ustedes parten se llevan un poco de mi existencia, se las encomiendo, es lo único que tengo para dar y quizá sí ustedes la usan, no estaré llorando tanto solo como quiero siempre y como hago en este momento.

Ojalá algún día tengan una VUELTA A LA PATRIA, tan buena como son ustedes.

ARGENIS R. GARNICA S.

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