Este
es un compendio de pensamientos aislados que se unen en el sentimiento y en los
números que queriendo o no nos acompañan y construyen.
Uno
cree tener capacidad para dar respuestas a la mayoría de las interrogantes, más
siempre termina equivocándose. Y sólo los afortunados aprenden de ellos. Esa
fortuna está en el corazón y la sensatez.
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Dos
personas que no se buscaban, se encuentran y comienzan a buscar la manera de
perpetuar esa conjunción. Entre lo racional y lo improvisado hacen el baile de
la vida.
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Tres
con la llegada de alguien que viene a remover los cimientos de lo que se estaba
levantando. Un pasado de alguno que busca estremecer una vida porque ha perdido
la suya y ahora desea que otros pierdan la que han encontrado sin querer.
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Cuatro
paredes son una casa, pero sin amor no puede ser un hogar. Si se busca escapar
por la ventana a sabiendas que hay una puerta por donde también pueden entrar
las soluciones, lo que se encontrará es una calle vacía, oscura y peligrosa y
se verá como el farolito de ese hogar se apaga, convirtiéndose en parte de las
penumbras de la vida.
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Cinco
dedos en cada mano, uno que aunque opuesto no se opone a ayudar, sostener; el
otro que parece ser el índice de todo y por eso es el más usado; el del medio,
austero pero imponente, como debería ser quien manda en un predio de armonía
por quienes le acompañan; uno que aunque anular es el que se une por kilómetros
de venas al motor llamado corazón; el pequeño, que no por ende es débil y jamás
ha de sentirse desplazado. Juntos son el agarre y muestra de poder, salvo
cuando son un puño de ira.
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Seis
dicho tres veces dicen que es maldad; pero él solo es un equipo, un grupo, una
hermandad, una familia. En fin, es todo aquello lo que quiere y puede ser. Son
las decisiones y sentimientos humanos quienes lo hacen ser parte del bien o del
mal, pero él por su parte eso no decidirá, sino lo que tú creas, tú quieras, tú
ames.
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Siete
de la suerte, lo místico, lo cabalístico y que consecutivamente nos va
acompañando. Siete besos en un día son amor, paz y alegría, son como sí el sol
y una sonrisa se casaran y tuviesen una hija. Más que un número es un brillo en
el cual nos podemos amparar y sentir benditos porque fuimos haciendo caminos
para que siete veces siete seamos perdonados y por el entorno, respetados y
queridos.
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Ocho
visto de lado es un infinito, como los números, como el universo, como Dios,
como el amor de quien sabe renovarse, disculparse, redimirse, recomponerse y
seguir con la frente en alto, sea liderando o siendo parte de un grupo, pareja,
familia o demás. Es ese bonachón sentimiento de que el cero se hizo dupla para
valer más, como vale el amor de familia cuando crece y se hacen más y más fuertes
pese a la distancia, el dolor, incongruencias y cualquier otra adversidad.
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Nueve
vidas felinas se decía como mito, nueve meses para que llegue una vida es
verdad. Nueve vueltas al infierno de la divina comedia dio el hombre que visitó
a ese lugar y se salvó del enemigo del hombre; mientras más vueltas demos para
librarnos del mal, mucho mejor. Porque nada alegra más al amor que ver a quien
tiene a la tentación en ciernes y puede reírse en su cara y volver o tomar otro
camino.
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Diez
es el principio de una cuenta regresiva o el tope de una muy corta en ascenso.
Es el Alfa y el Omega en este viaje astral que nos desafía a ser útiles y
aprender a querer lo que tenemos y a quienes tenemos, pensándolo siempre en
grande para que nuestras acciones toquen corazones y no trastoquen el orden de
la vida. Un diezmo de nuestro esfuerzo diario es mejor que toda cantidad de
dinero, en especial cuando damos de lo que tenemos y de lo que somos y jamás de
lo que nos sobra, salvo el amor.
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Once
Once,
te deseo a ti, sea de día o de noche, sea una fábula infantil. Cuando el reloj
marca esta mítica hora mi deseo por ti se hace más fuerte pero no tanto como el
deseo que tengo que de y para ti sólo haya bien, aunque no sea a mi lado.
Porque un deseo no trunca ni es una orden que rompe al orden mismo, porque esa
sería anarquía y ella es la que menos deseo en nuestras vidas. Pero si mi deseo
se transforma en que sea feliz, el amor que por ti me reviste, consecuentemente
me dará fuerzas para seguir.
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Doce
meses del año o doce uvas del tiempo. Con ambos vemos retrospectivas y
esperanzas. Sueños, proyectos, anhelos e inquietud por nuevas andanzas. Si en
ellos próximos conmigo no estarás, que doce horas me sacuda la tristeza y luego
me levante para no deshonrarte haciéndome débil cuando tanta fortaleza te juré.
Porque la debilidad está en odiar, mascullar, chismear, agredir o intrigar los
recuerdos. Y si con bien nos despedimos o si nada nunca fuimos, con doce salvas
de sonrisas he de recordarte. Y si por mal nos alejamos, que doce saetas de
justicia caigan en la culpa y sea el reo puesto en la cárcel de la indiferencia
por 12 años o más.
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Trece y
final, la mala suerte tribal, no para quien ese día nace, para quien ese día se
casa, para quien ese día hace algo bueno por los demás o para quien junta trece
billetes que le pueden ayudar a llevar el pan a la mesa y comulgar en humildad
con quienes ama.
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Son tantos números en este mundo que contienen poesía,
vida, equilibrio, lógica y locura. Pero el número uno siempre será el Amor,
parte del sinónimo del todo. Y sí otro amor único se le une, ya serán dos en
uno, donde podrían crecer como familia a tres, cuatro o cinco y así ser parte
del eslabón infinito que Dios, el Uno mayor, comenzó escribiendo desde el
primer día en el cual, aunque no lo crean, comenzó la historia de amor más
grande: la vida.
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