Se ha de batallar hasta la victoria lograr,
más cuando no se puede, no se puede,
razón por la cual, me rindo.
Tarde pero definitivamente percibí,
que sí bien era mi anhelo
y lo que me parecía correcto para ti,
no era mi derecho pedirlo.
Y sigo sin entender los motivos,
lo que no es motivo para no respetarlos,
así como mucho te respeto
y por lo cual, me rindo.
Esperando te abras, pidiéndote que sonrías,
haciendo mis mayores esfuerzos para que no decaigas,
recordándote que la felicidad no es siempre como se
imagina,
indicándote que está allí en derredor,
que es tu camino,
pero sigues allí, rígida, pragmática, estoica,
con el switch de la sonrisa más que apagado,
parece que lo dañase a propósito.
Mi rendición se debe a que no soy quien,
definitivamente no soy el hombre indicado,
para pedirte, para explicarte, para impulsarte…para
inspirarte.
Es entonces tu boca una cueva de lamentos,
porque sin la sonrisa no es el lugar de sueños,
que el mundo necesita, que yo gustaría de admirar,
que tu familia sea motivo, que a tu amor le haga la
vida, que al mundo ayude a sanar.
Dejaste la sonrisa como un monje tibetano deja al
habla con un voto de silencio,
sin explicarnos, sin darnos chance de entenderlo, sin
motivo aparente.
Y acá estamos, en ese limbo creado por el vacío que
dejó tu alegría al cien por cien;
¿Qué tienes vida y hay esperanza?, sí, me consuela y
es el cenit del sol.
Pero el Nirvana de tu sonrisa, niña mía, aún se
necesita.
Más yo, que hice lo que estaba a mi alcance y no lo
logré,
le paso el testigo a quien sea el Cid Campeador que
luego de tanta tribulación, la rescate mejor que éste héroe a sus hijas.
Pues esta titánica tarea bien amerita sacrificios
que evidentemente no son de mí, pues cuán cobarde y como ya leíste…me rindo.
Ojalá pueda yo hacer algún mérito, con tal de volver
a verte sonreír.
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