Por favor ten la amabilidad de salir de mi mente y entrar en mi vida.
Dígame si seguirá
siendo inflexible y no me dará el sosiego de quererle.
Sea amable, más allá de
lo normal y diríjame la palabra y la mirada a la vez.
Ten la amabilidad de no
temerme más y tampoco obnubilarte con lo bueno de mí.
Sé que serás amable al
decirme mis fallas, sin quitarle lo estricto y veraz.
Porque a quien se le
quiere no se le dice lo que desea oír, sino lo que debe escuchar.
Eso no es amable,
amigable ni amarle.
Tiendo mi mano a ti y
que sean las dos respuestas posibles lo más directas y no destructivas que me
puedas dar.
La primera, decirme que
tu mano tiene otro fin, un destino para ti, un compañero, una prohibición o que
dármela sería un desatino.
La otra sería esa
amable sensación de llegar al Olimpo de manos de una diosa terrenal.
Sí, te diré tus fallas
de la manera más amable, justa y cordial, porque para eso es el querer, para
ser sincero y mejorar.
Te diré que las dos
mejillas se deben dar sólo a quien por error ha fallado.
Porque no es una
amabilidad darle chances a quien esgrime sus sentires con un puño cerrado.
Sé amable contigo
misma, quiérete pero déjate querer. Que la soledad sea un cuartel pero jamás
una cabaña ermitaña.
Sé amable pero vive
olvidando los momentos que por malos, no lo fueron; no vivas en ellos, ya
aprendiste y tu cuerpo reaccionará para protegerte si regresan o hay unos
nuevos.
Esa amabilidad no es de
persona tonta, sino de alguien que trasciende ante cada debacle, para dolor de
los avernos.
Sé amable y deja de
estar ensimismada o distrayéndote en la acción para no escuchar al corazón.
La cordialidad nace en
ti misma o jamás la profesarás sino por simple diplomacia, que es una mecánica
bondad.
Sé que tu amable
personalidad florecerá y al serlo contigo, lo serás conmigo o con quien
decidas, si así fuere.
Y si la soledad es tu
destino por decisión u orden divina, que la amabilidad mantenga siempre el
furor de tu sonrisa.
Yo por mi lado tendré
la amabilidad de apartarme, pero ciertamente te confieso que viviré para
amarte.
Porque una forma de ser
amable es no perturbar, reprochar ni amargarte, sino de tu vida, cuán miembro
con gangrena, amputarme.
Quizá lo último no es
amable decirlo y perdona mi descortesía, pero es que no niego alma mía, que
quererte me rehízo.
Lo afable de mis
palabras son las palabras de un silente enamorado que conoces y sientes y
aunque en mí no pienses, sé que a tu vida me he enlazado.
Que el destino ya se
amaine en su cruenta tempestad, que en compañía o soledad, seas tú quien todo
encauce.
Lanzo u beso al mismo
aire, que siempre he de respirar, el que trae lo fragante, de tu luz y
libertad.
No sé cosa más amable,
que se me pudiera brindar, bendecir cuando llegaste y seguir fuerte, aunque te
vas.
Ten la amabilidad de decirme adiós aunque me duela.
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