Cuando las tribulaciones del mundo se entrelazan para atacar a la gente de bien, toca invocar al tesoro del cielo que habita en ti, ser de máximo bien.
Vista,
no sólo para ver, sino para observar, porque sólo así se detalla de la manera
más ecuánime y se activa la inteligencia lógica como por igual la emocional.
Con ella se devoran libros dejando miles de imágenes
fidedignas a los sueños, anhelos y esperanzas, un mundo al cual quien a él
escapa, se encuentra libre, nada malo le pasa.
Ver la manera de crecer en cada ámbito que así se
proponga o así se presente. Porque cada conocimiento sólo acrecienta el alma y por
ende a las arcas del tesoro del cielo y cuando vemos hacia atrás o a los lados,
vemos que de un ejército de saber, cautela y osadía nos hemos armado y con él,
es el porvenir el que nos ve a en lontananza, con firmeza y seguridad de
quiénes somos, permitiendo acceso sin batallar, rendido ante quien se ha visto
en su alma y ser y de esa forma, ha crecido como debía ser.
Oído,
es la discreción del tesoro del cielo. Ese que escucha y sabe moderar y
discriminar los ruidos o palabras inútiles, quedándose nada más con lo más
limpio y necesario.
Que escucha para aprender y pensar, como pensar para
más aprender. Un ciclo que por fortuna no tiene fin y se oye de lo mejor que
sea así.
Que escucha con atención cuando se equivoca, en pro
de no volverlo a hacer. Y si así sucediere, de nuevo y sin falso orgullo
volverá a escuchar. Porque cuando no hay palabras vacías, uno termina oyendo y llenándose
de humildad, respeto y sabiduría.
Gusto,
es lo que posee el tesoro del cielo. Por esos sabores que atraen la nostalgia
valedera, que no es más que la que impulsa a repetir y crear nuevos instantes
por vivir y sentir.
Que se tiene gusto por la vida, sus matices
distintos y pequeñeces que van haciendo grandes cosas. Donde el disfrute de la situación
más mimosa, vale el gusto de sentirla y renovarse sin importar el qué dirán.
El gusto por lo cortés, lo formal, lo moderno, lo
imparcial, lo justo, lo música, lo amable y lo primordial, viven en el tesoro
del cielo, un ser por demás sin igual, del cual surge todo lo bueno, logrando a
su entorno a bien contagiar.
Tacto,
no es sólo tocar ni es piel, ni es hueso, músculo ni es andar. Es saber qué
decir y cuándo, agregado el cómo, para no herir ni exagerar. Sin temor ni censurarse,
el tacto del tesoro del cielo insta a la mesura en derredor, creando un mejor
clima, de respeto y pundonor.
Toca las notas que le hacen feliz, toca a las
personas que le dan felicidad, toca las cosas que quiere conocer, toca todo
aquello que un bien nada mezquino, por siempre le dejará,
Olfato,
para detectar que algo está bien o está mal; así el tesoro del cielo sabe
percibir en qué situación o personas como sus aromas recurrentes va a
frecuentar.
Huele los colores que matizan su vida, huele sonidos
que le brindan calma, huele palabras en idiomas que le dan sapiencia y
contacto, huele aromas de éxito porque se sabe humana y capaz.
Todo eso le hace oler a éxito y humildad, una
combinación ganadora y que el tesoro del cielo a muchos demostrará.
Porque para desarrollar su sexto sentido ha de unir todas esas piezas con esa inteligencia y personalidad
que por encima de cualquier protección exagerada o cuidados debidos supo sin
falso orgullo, superar.
Encontrando su ideal y su libre expresar para tomar
el sitial en el mundo que a cada instante prosigue forjando en el yunque del
trabajo duro para así, alcanzar.
Percibiendo de manera única al mundo y sabiendo cómo
pisar seguro ante aquellos que quieran sus ideas, actitudes y sentires defenestrar,
sin hostilidad alguna, sólo con la lanza, escudo y armadura, que como tesoro
del cielo, es digna de portar.
Son tantos los buenos augurios que de un ser tan
maravilloso se pueden expresar, que mejor es admirar callados, porque muchas
cosas buenas en la proyección de su larga y próspera vida, de seguro de ella se
sabrán.
Tesoro del cielo, eres tú, que sabes tomar de la
vida, cada oportunidad que la misma te brinda o si es muy necesario, te la
sabes pertinazmente fabricar.
Argenis
Serrano
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