Es verdad, quisiera ya no sentir la necesidad de amar y así encontrar la
calma que, ni siquiera a la hora de dormir, puedo conseguir.
Me la paso luchando contra la envidia que tampoco quiero ni debo sentir,
pero está ella allí, mofándose de lo que no tengo, queriendo que olvide lo que
sí tengo y quien soy.
Quisiera ya no sentir las ganas de tener una hija y estar en compañía de
la mujer amada y poder enfocarme realmente en aquello que sí es verdadera
decisión mía.
Pero eso es un peligro, porque la alexitimia puede hacer que las
emociones y sabores que debemos probar -riesgo y caída-, existan para probar
quiénes somos en realidad.
A estas alturas, quisiera ya no sentir la esperanza de que llegará alguien
que me cambe la vida y me acompañe en el surco de existencia que me queda.
Prefiero centrarme en todo lo que no hice o me perdí, esperando tener a
alguien que me tomara la mano, sonriera conmigo y que juntase sus cuitas y
fortalezas a las mías.
Desde el deseo hasta los más hermoso que de mí puede brotar, la verdad
que quisiera eliminarlos y poder tener paz en este transcurrir, sin esa luz de
anhelos de que ella aparecerá.
Prefiero ser alumbrado por el trabajo, la sana rutina y el poder ver con
indiferencia cómo los demás se besan, abrazan, se presentan ante los demás,
disfrutan y forman un hogar.
Quisiera ya no sentir dolor por lo que no tengo y enfocarlo en todo
aquello que soy y he logrado; en esas cosas que son en su totalidad mis
decisiones y que de seguro no recibirán un No de rechazo de mí parte.
Necesito con urgencia hacer las paces conmigo mismo, pero antes debo
dejar de pedirle al cielo que me mande a alguien.
Porque por más que mi conciencia y caballerosidad me muevan al bando del
bien, existe esa pequeña grieta que conduce a un lado oscuro que no quiero
volver a observar y mucho menos, adentrarme.
Quisiera ya no sentir una lágrima por otros día sin que alguien aparezca;
y dejar de dormir inventándome historias fantásticas en las que hay dos
protagonistas que terminan juntos amándose y uno de ellos, soy yo.
Esos suspiros que se me escapan sin querer, esos resuellos que parecen la
más putrefacta de las apeteces y las huidas vergonzosas cuando veo a los demás
enamorados, no son forma de vida.
El mal jamás ha sido ni será el mundo en el que quiero habitar, por eso
necesito el talento de quien ha desarrollado la anhedonia, para no sentir más,
específicamente, los putrefactos celos.
Este mundo requiere balance entre quienes sí consiguen el amor y quienes
no; el desequilibrio surge de aquellos que, teniéndolo, buscan la manera de
perderlo y el mundo se desequilibra.
Yo ya tengo mí lado definido así no me guste, sólo necesito fuerza para
dejar de desear un amor verdadero y poder cohabitar en el lado del mundo donde
soy necesario y esencial.
Quisiera ya no sentir, para que se acaben las penas y dejar de vivir en
el desengaño, alejado de la posibilidad de besos, abrazos, pasión, enseñanza,
anocheceres y despertares a su lado.
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