Gloria, ¿Qué te ocurrió?, los años duros y crudos
del mundo no pudieron gracias a Dios contigo, pero hoy te veo y tu luz es nula.
Aquel destello de sonrisas y de calma, se cerró en
tus labios.
La mirada dulce se hizo penetrante, como evitando el
ser vista incluso de la manera más amable.
El dinamismo se sentó en una silla y de allí a la
indiferencia se entregó por completo.
¿Qué o quién puede ser el culpable de ello?
Lo sabemos y duele decirlo. Pero eres tú.
Sí, tú. Por haber permitido que las canalladas
ajenas o el desgano de otros se fueran llevando tu carisma y te cambiaran para
lo que no mereces ser.
Caemos para levantarnos. Y para llegar a la Gloria,
no sólo de tu nombre, debes dejar al mal caer y tú eliminar el lastre de lo que
quisieran o pudieran hacerte.
La justicia divina es en La Tierra. Y ese mal que te
acongoja y te hace sentir triste, molesta y desafecta, debe ser pisado por ti.
Esta caída obliga a levantarse, que nadie más pague
por lo que otros te hicieron.
No dejes de acercarte al amor, la amistad y el apoyo
como siempre hiciste.
Ofrece, Gloria, esa sonrisa afable y esa risa de
algarabía y sorpresa que tanto atraía.
Ilumina tu rostro, suelta tu cabello, da colores a
tus manos, sal decidida a ver el mundo, aléjate del encierro.
Ese cadalso que estás pagando no es tuyo, sino de
aquello o aquel que te hiciera molestar y trastocar.
Que estos renglones de labios sin sonrisas sean
borrados del libro de tu vida y sea la Gloria para Gloria, tal cual siempre
mereciste y saliendo del letargo, podrás izar.
Que el amor recupere a quien amor, es.
Gloria, si esto lees, deseo que por siempre estés
bien.
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