Si
yo tuviera una hija, sería su mejor amigo, ese que la va a regañar, que se
molestará si va a donde no le conviene, ese que se interpondrá para que nada
ajeno le dañe, pero que le dejará caer cuando se ponga necia, para luego los
dos emerger, porque sí ella cae, yo me lanzo y la levanto.
Si
yo tuviera una hija, le daría el norte, pero no la obligaría a ser como yo,
aunque en el pensamiento sano si me pondría necio, porque una mujer no puede
ser hielo, aunque en ocasiones tenga una mirada que congele.
Si
yo tuviera una hija, jugaría con ella como todo padre hace, haciendo que sus
muñecas vuelen, que ella debe salvarla del monstruo que sería yo, que sepa usar
su mente para resolver, liderar, jugar y jamás dejarse engatusar.
Si
yo tuviera una hija, la ayudaría a vestirse y le enseñaría que la identidad se
encuentra en el cuerpo que le da estilo a la ropa y no viceversa. Para que así
jamás crea que lo que porta es una copia y tampoco es un original, sino la
prenda de sus alegrías con la que se ve bien, porque se siente bien.
Si
yo tuviera una hija, estaría en sus gripes, pendiente de los jarabes, de
bajarle la fiebre arropándola hasta sudar, sacudiendo su nariz y pidiéndole que
esgarre al toser. Mientras le peino para que se calme y se duerme en mi regazo y
así el malestar sepa que hay un padre también combatiéndole.
Cuando
proteste porque hay que cocinar, lavar y planchar, estaré con ella en su queja
porque a mí tampoco me gusta, pero a todos nos toca. E igual lo haremos
mutuamente para que la solidaridad se le mantenga a fuego intenso de por vida.
Le
enseñaría de formas distintas y por siempre, que la vida tiene tendencia a darte algo a cambio de algo,
incluso de patearte las espinillas. Sólo así medio aceptará lo que a todos nos
cuesta, que la gente, los momentos y las cosas se van y vienen o se van bien o
mal idas y lo que queda es gozarlo, aprender y honrar lo debido y no andar con
resentimientos que le apaguen el brillo noble de su carita.
Quiero
que conozca que la identidad no son las modas, que la rebeldía no son los
clichés. Que nada más la actitud que no se deja pisotear ni pisotea, que sabe
que hay cosas en las que es buena y en otras no, jamás deben amilanarle, que si
se cierra una puerta y una ventana, pues es mejor desarrollarse al aire libre,
donde puede explayar con sencillez lo que otros de ella, se perderán.
Si
yo tuviera una hija, le haría tomarse de mi pantalón para que al caminar
entienda que vamos al mismo ritmo, que nos necesitamos, que somos iguales. Y
que cuando se suelte, vaya segura de sí misma y sabiendo que su papá va a estar
nervioso, ansioso, pero guerrero y seguro, cuidándole.
Si
yo tuviera una hija, quizá no sea bonita de cara, pero de sentimientos le
empujaría a ser correctita, así me digan dominante y necio, pero eso es un
papá. Más sé que hacer el bien también necesita disciplina, ejemplo y
reiteración, así que no me molestaré que me reprochen cuando corrija a mi hija
si se llega a mal expresar, porque lo haré para salvaguardar a su corazón.
También
le daría sus pelas, nunca con odio, sino de esas de chancletazos que corrigen.
No la dejaría ir a tal o cual fiesta. Le pondría a analizar lo que hizo y a no
temer a presentar disculpas a las personas y perdón a Dios.
Cuando
quiera bailar, su padre que no sabe, la va a acompañar. Cuando quiera gritar la
voy a dejar. Si quiere lanzar una pelota, se la atajo. Cuando se tranque con
una tarea, me tranco con ella para que me ayude a destrabarme y así misma se dé
cuenta que con un aliciente, puede lograr lo que muchos.
Si
me la hacen llorar, la defiendo, si desea llorar por sentimiento, la abrazo, la
cargo, la acuesto y acurruco hasta que se saque lo amargo y vuelva a ser lo
dulce que por nacimiento, sería.
Si
yo tuviera una hija, andaría asustado cuando salga tarde o a lugares lejanos o
llevando cosas o dinero. Y me aliviaría al verla regresar. Le enseñaría los
males de los hombres y las mujeres, para que se prepare ella misma en base a su
personalidad.
Veríamos
televisión, leeríamos juntos, iría a sus fiestas, me disfrazaría con ella y
hasta aguantaría su “papá, tú no sabes de
eso…”, para que me enseñe aunque yo sepa.
Si
yo tuviera una hija, sería esto y más, porque una hija es aprender a diario de
por vida. Y lo que decida hacer –para bien, solvencia e identidad-, por
supuesto que allí estará su bendecido papá.
Pues
no sería diferente de otros padres y las madres de bien en el fondo, pero en la
forma sería para ella su diversión, su sonrojar, su sorpresa previsible y quien
no será convencional.
Si
yo… tuviera una hija.
No hay comentarios:
Publicar un comentario