domingo

Confesión de Amor a una Amiga

Llegó el día de mi confesión, esa que tú has intuido y has callado, de seguro temerosa de que, precisamente, este instante llegara.

Porque hay un antes y un después en una amistad cuando el amor se atraviesa cual saeta en el corazón de uno y no del otro.

Porque al no haber reciprocidad, el desmoronamiento de la amistad se decreta y todo el caudal de sentimientos hermosos es arrastrado por una tromba de sinsabores que, posiblemente, sean fruto de la anarquía de un amor unilateral.

Amiga mía, cometo el error e perderte nada más en nombre de la verdad que me carcome a gusto desde hace tanto y que he procurado callar para que sigas a mi lado.

Más la confesión es propia del arrepentido, como lo es de la persona sincera que siente que miente cuando oculta una verdad que es más fuerte que sí mismo.

Lo mío no es enamoramiento, es amor. De ese bonito que uno siente de niño, de comer dulces, de ver atardeceres, de salir a comprar, de pasar mi hombro alrededor de ti en el cine, de que seas lo primero que vea al despertar y lo último que vea antes de dormir.

No, no es deseo carnal ni pasión pletórica. Es algo inconmensurable como si caminara sobre el mar, trepara arcoíris o saboreara nubes.

Parece psicodelia o rompimiento de los cánones de la razón, caminando por desiertos que no agobian porque lo único que se ve delante de mí es tu presencia y la sola sensación de seguirte, me brinda una energía eterna e incalculable.

Mi confesión parte del bien tan mal que me haces. Porque en sueños te abrazo y despierto sabiendo que no es así.

Eres el primer pensamiento en la mañana y sé claramente que no es recíproco.

confesión


Siempre fuiste la tentación de decir esta, mi confesión de amor por ti amiga mía, que tuve que frenar como si fuese un pecado.

Porque aunque no lo es, tiene algo de ello. Estoy lanzando una amistad invaluable al vacío de los lamentos con todo el saber de que la respuesta es un no.

El “te quiero como un amigo” es veneno. Mismo que yo me he inoculado en este juego donde lanzo todas mis cartas al fuego.

¿Por qué lo hago, sabiendo que es el preámbulo al fin de nuestro contacto?, porque me agobia no saber la respuesta venida de ti. Porque la supongo y el suponer no es saber, se necesitan pruebas o mejor aún, el testimonio sincero que dolerá por siempre, pero que debe ser.

Callar esta confesión es una especie de cinismo involuntario. Porque todo lo que te quiero, te protejo, te busco y te demuestro con interés en tu bienestar, parece que lo hago nada más para conquistarte.

No amiga mía, ese todo o nada es contrario a mi forma de ser y de sentir por ti. A una amiga o a un amigo de verdad se le cuida incluso cuando no se le ve. Si no se puede confundir amistad con amor en unas cosas, mucho menos en otras.

En cada letra de esta carta hay temor, algo de resignación, valentía y hasta un alivio de decirte la verdad. Así como no sé tu respuesta, también puedo estar errado y la amistad no se verá trastocada ni se marcarán distancias para evitar tentaciones y decepciones.

Una confesión debería de aliviar el alma y encontrar sosiego. Por eso, espero nada más que veas que jamás te vi como un cuerpo, sino como una persona; no te deseo, más que parabienes; te amo bonito y como yo sé amar, de formas insospechadas que siempre deriven en bienestar.

Tanto me has dado que he aprendido a reconfortarme y reconstruirme. Quizás eso fue lo que más me enamoró de ti. Hago también confesión de que te busqu´tus defectos para asirme de ellos como excusa para alejarme. Más te he aceptado tal cual eres desde siempre. Cambiarte no es mi fin, verte evolucionar sí es mi delirio.

Y no, no funcionó, porque mírame, sigo aquí, suspirando y esperanzado de ti, aunque ya estés hilvanando una respuesta que de seguro no es la que yo soñaría.

Pero como será la respuesta que me convendrá, estoico y complacido estoy ya para el momento en que la quieras o puedas decir.

Por favor, si acaso lo merezco, sea cual sea tu respuesta a esta confesión, tómate mucho, pero mucho tiempo para decírmela. Porque cada instante contigo siempre me será valioso y quiero más mucho más.

No caeré en dolor o depresión alguna, porque ese es otro súper poder que tomé de ti. Ya bastante metedura de pata es enviarte esta carta, pero la verdad es nobleza, y nobleza, obliga.

Finalizo mi confesión asegurándote que te adoro más de lo que yo podría medir y comprender…

Argenis Serrano 

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