Palabras a mi Tía Querida:
Tía de mi corazón, el motivo de escribirle una carta por aquí, en un blog
público, es simplemente, el miedo. Porque tengo claro que jamás abrirá este link ya que los años y la lejanía
con la tecnología han sido su marca de vida.
Y, si lo analizo con detenimiento, ha sido la mejor decisión, ya
que sin ser ajena al mundo actual, se encuentra lejos de los pesares que éste
nos trae, para sumergirse en resolver los de usted.
Además, más allá de la distancia física que nos separa y el tiempo
que no nos hemos visto, el amor entre ambos sigue intacto. Por algo es mi tía
favorita.
Ese sonsonete de su tierra natal – Bogotá-, que jamás sacó de su
corazón y que signaron su fino proceder, su educación tan amplia y una empatía
y simpatía que se acompasan con su augusto ser y proceder.
Cada llamada, es tocar a los años de mi niñez y el deseo
indetenible de volver a ser ese niño que usted me comenta, llenaba la cama de
juguetes para que usted jugara conmigo y lo hacía.
Colocar mi cabeza en su regazo, sólo podía ser superado en belleza
y descanso a como lo hago con mi madre o lo hacía con mi abuela.
Un abrazo suyo, querida tía, me recomponía la vida en tiempos
juveniles, cuando mi apatía y rebeldía estaban en su apogeo, usted con una palabra
y un gesto tranquilo, sin reproches ni malas caras, me enderezaba.
No me consentía, simplemente, me quería. Y a estas alturas de mi
vida, me sigue queriendo tanto como yo a usted. Aunque mis ojos no le vean ni
mis manos le toquen. Aunque ya se guarde en su casa a ver al sol y las aves que
dichosas le visitan en su balcón, querida tía, yo por igual la sigo queriendo.
¿Cómo una “tía política” puede calar tanto en el corazón de quien
no es su sangre, por encima de las que sí son? (sin ofenderlas ni
demeritarlas). Mire, no lo sé, pero ese sitial es una conexión celestial.
Como de aquellos amigos que se convierten en hermanos de la vida o
como esa persona que se va del país y encuentra el amor en otro. Así somos
usted y yo, querida tía.
Hoy, que me ha llamado nuevamente para preguntarme que si tengo novia
y me casé, le he vuelto a mentir de la peor manera: Con el silencio.
Ese de callarme el dolor de la frustración de intentar y no
conseguir, de ser bueno y pasar malos ratos por ello en el amor. Sólo le digo,
“ando en asuntos de la vida diaria, tía”.
Sé que no es tonta y algo intuye y las señales que doy son
confusas, pero es lo máximo que puedo decir. Cuando sólo quiero decirle “no
puedo intentarlo más tía, me rendí, ya no aguanto los rechazos, la humillación,
la llegada de quien no es y la lejanía de quien quisiera que fuera”.
Pero sé que si yo me rompo, usted también, como a la vez, si usted
me dijera todo lo que sufre en silencio, me quebraría de dolor.
La forma de estar al tope, compuestos y queridos, es decirnos lo
otro debido, que no es más que el amor fraterno entre una gran tía y un regular
sobrino.
Que cada llamada nos acerque tanto al pasado como al presente, así
como ha sido nuestro deseo de futuro en cada inicio de año.
Querida tía, esta carta será impresa con algunas omisiones, porque
es tanto lo que le respeto, que jamás podría permitirme que sufra por mí. Así
como estamos, aunque no nos abracemos ni nos veamos por vicisitudes de la vida,
muy bien estamos.
La bendición por siempre, tía de mi vida, de parte del niño aquel
que no dejaba de ser feliz y portarse bien, tan solo por a mi lado, tenerle.
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