Por
eso me alejé de ti, por no poder decirte lo que siento, ya que un rotundo no se
cierne como un hacha en manos del verdugo que espera la orden para terminar con
todo para siempre.
Debido
a las mentiras que olían a excusas para evitar negarme la oportunidad y que me
abofetearon al enterarme, cuando la honestidad –que dolorosa es- es mucho más
magnánima que una recurrente mitomanía.
Por
las exigencias que superaban a la discreción, cuando ambos predicamos la
libertad y confianza en ambos y mucho más, en quienes somos. Ir más allá del
pudor y pisar los terrenos del esconderme de tu entorno, no avizoraban cosas buenas.
Cambiaste,
sí, para bien. Y no por eso me alejé de ti, sino porque no me diste cabida,
porque mi manera de ser, que mala no es, igual no coincide con tu nueva
realidad.
Simplemente
decidiste desaparecer porque tu mundo de colores discrepa del mío, quizá por
matices que no hay en tu paleta o por los trazos del mundo ideal de amor que
disímiles son.
Mi
actitud y aptitudes no engranaban con las tuyas y obviamente no podríamos hacer
andar al amor. Por eso me alejé de ti, porque sabía que tu motor de amor
infinito, debía cuadrar en el alma de pareja que lograste encontrar.
Hubo
lejanía desde un principio, cuando todo era diáfano, enfático, atrevido y
quizá, pragmático. Y cuando quise más, tú no quisiste; cuando quisiste más, yo
no supe qué darte, porque tú tampoco lo sabías. Pero sé que ya lo sabes y esa
es la vereda de la propia felicidad.
Por
eso me alejé de ti, porque los reproches no son lo mío, incluso cuando estas
palabras caminan en esa delgada cuerda que podría en una palabra, romperse. Y cuando
se reprocha, es que no se congenia y lo mejor es, volver atrás y recomenzar.
Me alegra decir que de ti no existió una lejanía que me avergüenza decir, porque la conocí de otra persona. La de lo
material y lo físico. No por eso me alejé de ti y me reconforta, ya que no eres
como otras que sólo piensan en el dinero, la galanura y el carro, como los
únicos poderes que hay.
De
quien hay que alejarse es de quien está perennemente a la defensiva, cuando no
se le está atacando. Porque hasta sin querer siempre te está probando y en eso,
se nos va la vida.
Demasiada
tranquilidad no es buena, demasiado hablar, agota. El justo balance para el ser
y estar, el sentir y el razonar, que tanto me hacían falta, lamentablemente lo
dejé de hallar.
Por
eso me alejé de ti, porque la realidad es que nos estábamos haciendo fugaces. Ya
ni una llamada ni un mensaje había tiempo de llegar o responder. El aburrimiento
y la intranquilidad, comenzaron así a aparecer.
¿Dónde
estás?, no sé ni consigo cómo hallarte. Es como sí La Tierra te hubiere
tragado. Por eso me alejé de ti, porque pusiste a un planeta entre nosotros y
aunque me duela, debo respetar lo que hagas, piensas y sientes.
Por
eso me alejé de ti un tiempo, para recomponerme del dolor de no amarnos. Y así
reiniciar lo que comenzó como una gran amistad que aún persiste, incluso cuando
tengo que rescatar a ese enamorado en mí, que cuando sabe de ti, simplemente
casi que se muere.
Lo
que no comenzó, no puede existir, salvo en la imaginación.
Aquello
que se intentó y no se completó, debe quedarse sólo como conocimiento.
La
cercanía de oír el sentir y saber de lo secreto a guardar, son momentos que a
la tumba con nosotros han de llegar.
Sí
se arruinó por banalidades, es que faltó espada, escudo y plan para por ello,
luchar hasta rescatar y felices juntos estar.
Que
el recuerdo de un nunca, que logramos esbozar, nos consuele hasta que llegue
quien debe llegar o hasta que la resignación se asuma, sin que sea signo de
perder la dignidad.
Por
eso me alejé de ti, para que no tengas que rechazarme y que nada te salga mal.
Por
eso me alejé de ti, porque yo también merezco a mi existencia, restaurar.
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