Soñé que estaba a su lado, nos encontrábamos en una
esquina. Era de noche y la iluminación no era muy buena.
Ella tenía una bicicleta y yo iba a pie. Así que
ella decidió caminar también y llevar su vehículo en la mano, para poder
hablar.
Absortos en la conversación de los problemas que
teníamos, no sentíamos que las horas pasaban y ya despuntaba el alba.
De pronto, soñé que estaba a su lado ya en una
carretera que bordeaban montañas muy arenosas, caminos quizá tallados por el
paso del hombre.
Ella decidió que subiéramos. Montó en su bicicleta y
con el mayor de los esfuerzos, subió pedaleando victoriosa.
Por mí parte, comencé a escalar. La arena de esa
montaña se comenzaba a desprender, no tenía de dónde asirme.
Allí todo cambió. Soñé que estaba viéndola perderse
en lontananza, pedaleando feliz, como sí el peso de la existencia amarga se
hubiese quedado en lo taciturno de la noche y en la bohemia filosófica y catártica
de nuestra conversa.
Pero yo, comencé a caer. Y un alud me tapaba
mientras yo batallaba por no ahogarme, por no morir. La asfixia pasaba a mí
realidad, pero lo que soñé que estaba pasando, me aprisionaba.
A como pude, me incorporé. No había nadie. Sólo me
veía rodeado de las arenas que se iban por un hoyo, como si fueran las arenas del
tiempo que el mundo tragaba.
El camino me llamaba, era plano, sin nadie al lado,
entre un sol abrasador y una brisa que me daba fuerza. Sonidos de agua caer llegaban
a mí.
Como sí caminar y ser provisto por la misericordia
fuese la uta que me tocaba seguir, en vez de hundirme.
Soñé que estaba buscándola, pero desde mi punto de
vista, no podía observar la cúspide donde ella se encontraba seguramente,
pedaleando tranquila hacia el éxito.
Llegué a una especie de oasis donde me senté a
esperar la noche, como esperando que ella volviese a su remanso y nos
habláramos de nuevo como antes hacíamos y nuestras cuitas, quitarnos.
Desperté entendiendo, pues soñé que estaba
reconstruyéndome, como tanto he necesitado y tanto esquivé torpemente.
Definitivamente que ese sueño, era mí resiliencia,
mí entendimiento y la ruta a seguir, porque eso que no sabía que veía, de
seguro me ha estado esperando y es justo que su encuentro, vaya yo ya.
Argenis Serrano
P.D.: Y sí, esta es una afortunada descripción de un
sueño que tuve y me esforcé en recordar.
Porque los sueños proféticos, quedan.
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