En esta mágica temporada, donde el
aire se perfume con risas,
y los corazones laten al compás de
melodías festivas,
no podemos encerrar en nuestras
manos el brillo de la esperanza
de aquellos que, en la sombra,
enfrentan la tormenta.
¡Oh, almas valientes! Llenemos este
tiempo de júbilo,
con un acto de amor, un gesto de
bondad sincera,
que la solidaridad se convierta en
la antorcha que ilumina,
cada rincón, cada hogar, donde
nadie quede atrás.
Extiende tu mano, haz una cadena de
luz,
ofrece tu abrigo a los que sufrirán
en la soledad,
en este lienzo de festividades,
pintemos juntos un mural,
donde cada sonrisa brille y cada
lágrima seque.
Que en el eco de los pinos
adornados,
resuene un canto poderoso de
corazones unidos,
que este espíritu navideño sea el
fuego que arde
y transforme cada tabla en un
banquete de amor.
Que la generosidad sea nuestra
brújula venerable,
que guíe nuestros pasos hacia un
mundo más sincero,
donde cada niño, cada anciano, cada
madre y padre,
sientan el calor de la comunidad
que abraza y cuida.
¡Ah, corazón de humanidad! En esta
noche estrellada,
seamos faros de luz en la niebla
del dolor,
que el brillo de nuestras acciones,
como luces en el camino,
nos lleve a sembrar esperanza en el
terreno del alma.
Así, en cada entrega y en cada
mirada,
collares de amor se unirán en un
mágico lazo,
y al dar, hallaremos la esencia de
la alegría,
la verdadera Navidad, donde el
altruismo nunca cesa.
Sean nuestras manos capaces de
ofrecer consuelo,
nuestros corazones, campos fértiles
de calor,
cultivemos así, juntos, un mundo
floreciente,
donde la solidaridad sea la
estrella que nos guía.
Celebremos con fervor, con amor
elevado,
que cada acto de bondad sea un
regalo sincero,
porque en la grandeza de ser
solidarios,
encontramos el verdadero espíritu de la Navidad.
Argenis Serrano
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