¿Cómo no he de
esperarte, indómita, si contigo remontaría a la gloria?
Ver al sol
levantarse y acostarse desde los más alto, allá donde me elevas el espíritu, es
el Olimpo de estos tiempos.
Como en una flor
de loto tu ser emerge y yo, discretamente me maravillo contigo.
Y creo que la
vida toma significado por el simple hecho de saberte viva, de que te haya
conocido, de soñarte…mía.
Un instante
contigo es la misma duración del universo y contando; protegido por tus
acciones, enfilado por tus palabras.
Eres ejemplo de
todo lo que se debe hacer para la resiliencia, el fervor y la paciencia, todo
lo que para nosotros realmente debe valer.
Te pienso y ya te miro briosa, indomable, humana y sensible.
El llanto se
seca, los dolores pasan, los errores suceden, las carencias aparecen.
Y sigues afable,
correcta, elegante y cordial, porque tú misma has llevado a tu ser al cenit de
la existencia y has acompañado al sol en su llegada y le has despedido,
reflejado en tu mirada.
Fuerte,
consciente y optimista; preparada y con la capacidad de sorprenderse, integra.
No has permitido
que ningún barbaján o consecuencia te amilanen, eres indómita y correcta,
haciendo que la rectitud aparezca en el mismo lugar donde tú te pares.
Es a quien deseo
a mi lado, en las buenas y en las malas; a quien no perderé por nada y a quien
en mis sueños me permito de mil maneras gentiles encontrar.
Pido la
oportunidad que apacigües tú transitar y hagas un trote en el cual te acompañe.
Permíteme despertar
esas ganas que han quedado en ti rezagadas por las vicisitudes y accionares
ajenos.
Ninguna consecuencia
puede opacar a una mujer indómita como tú; y quizás un peón no pueda acompañar
a una reina, pero puede defenderla para que logre el jaque.
¡Nadie debe
hacer las cosas solo, en especial enfrentar al mal!, y los pesares, dudas y
falta de chispa son parte de ellos.
Déjame pues ser también
un faro de luz para ti y prosigas el camino por los mares de las situaciones,
los terrenos de lucha y los vientos encontrados.
Así como eres
parte de mi buena historia, dame un espacio para que en tus cantares o al
cerrar los ojos, haya un poco de mí en tu vereda al porvenir.
Porque, ¿Cómo no
quererte, indómita, si eres parte de todo lo que está bien en este mundo, en
este instante que llamamos existir y en este corazón que late al compás de tu
nombre?
Te espero,
indómita, es el momento en el que le ganaremos al tiempo y como premio, lo
haremos que de verdad, sea eterno.
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