lunes

Cuando Pienso en tu Nombre, evoco...

cuando pienso en tu nombre, evoco

Cuando pienso en tu nombre, evoco un eco de maderas antiguas y resinas que flotan en el aire, una marea serena que se retira dejando destellos de plata en la arena.

De pronto, surgen pasillos de mármol iluminados por una luz pálida, seguidos de un murmullo de agua dulce que se pierde entre helechos.

Siento el peso reconfortante de la tierra húmeda tras la lluvia y, finalmente, el matiz profundo de un pétalo de terciopelo que se oscurece al caer la tarde.

Evoco la inmensidad de un horizonte donde el cielo toca el salitre, un viento cálido que atraviesa dunas de arena dorada y una fibra de seda que se enreda con suavidad en los dedos.

Aparece entonces una claridad que parece nacer del mismo sol, un puente de piedra cubierto de musgo y el silencio sagrado que se respira dentro de una gruta donde el tiempo se detiene.

Pienso en una claridad que sube por los valles como la primera luz del día, el orden perfecto de un jardín que ha crecido bajo la mirada del norte y una chispa eléctrica que atraviesa el cristal.

Siento una calidez que abraza como una manta de lana pura, el vuelo de una pluma blanca en un espacio vacío y una presencia etérea que parece vigilar el sueño de los demás.

Se me viene a la mente el crujir de las hojas bajo un paso firme, la fragancia de un capullo de flor que se abre justo antes del amanecer y una nota de piano que queda suspendida en una habitación cerrada.

Luego, el frío seco de una llanura blanca que brilla bajo las estrellas, el ritmo constante de un telar que teje historias invisibles y el aroma a especias que viaja en un barco de madera.

Evoco un círculo perfecto trazado en el agua, el brillo del primer astro que se asoma en el crepúsculo y una raíz que se aferra con fuerza a la roca viva. Hay una elegancia discreta, como un encaje antiguo guardado en un baúl, junto a la sencillez de un tallo verde que busca el sol y la fuerza de una corriente que fluye con determinación hacia el centro de la tierra.

Finalmente, aunque sea algo divinamente cíclico y expansivo, evoco la armonía de una estructura que no necesita adornos para ser bella, el refugio de una sombra fresca en medio del mediodía y la mirada de quien posee un secreto guardado por siglos.

Siento la sofisticación de una tela que fluye con el movimiento, un escenario que se ilumina con una luz dorada y el eco de una voz que resuena en un valle lejano, despidiendo el día.

Por esto y más, no dejo de pensarte bonito, por el bien que me haces, por lo que siento por ti, por respeto máximo a tu estampa y porque soy así.

De allí que mi evocación diaria es a tu existencia y que quizás escuchas en el susurrar del viento, haciendo una invocación de que algún día me pienses y quieras como yo, te quiero.

Argenis Serrano 

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Entradas populares