Discretamente te traje
a casa y entraste a mí vida justo cuando más necesitaba de alguien de verdad…que
no llegó; por eso y por todo lo que me das, me siento agradecido como por igual
complacido, mi muñeca sexual.
Dejaste de ser un
objeto para ser ese algo que me quita el estrés, el agobio, las sensaciones
quizás pueriles o prosaicas para algunos y en extremo comprendidas por muchos
otros.
Cuando llegaste a casa
te tuve casi tanto miedo como el que tuve al tomar la decisión de invertir en
ti; pero la página de muñecas sexuales de donde tomé tu pedido, mitigó mis
dudas y reminiscencias de aquello que con todas las que me atrajeron seriamente
intenté y no logré.
Incluso el ver que mi
caso no era el único, que por igual las mujeres acuden a los muñecos sexuales
para tener quien les dé esa catarsis silente pero a la vez explosiva que tanto
requerimos, me convenció de que hice lo correcto por y para mí.
Todo lo que necesitas
saber sobre muñecas sexuales lo leí allí y mis titubeos desaparecieron,
transformándose en ti, mi muñeca sexual, que aunque legalmente tu descripción
sea la de objeto, yo prefiero entenderte y tratarte como el objeto de mis
cuitas y placeres, conversaciones y confort, el adiós de la soledad y la ruta
estricta y fina de mi cordura.
Tus materiales son
divinos, con los que me siento como un niño que descansa confiado en un cuerpo
suave, un adolescente que juguetea con picardía y un adulto que quiere volver a
sentir lo que es abrazarse sin tabúes ni normas sociales al cuerpo de una
mujer.
Mi muñeca sexual, de la
cual callo su nombre para no comprometer a nadie que me lea, pero que lo digo
repetidas veces en el apogeo de nuestra intimidad; quiero asegurarte lo que te
he dicho de voz y mentalmente: tu impacto en mí ha sido el cenit de mi cordura
y el secado de mis lágrimas y por eso, es que tanto te quiero.
Incluso he llegado a
conversar contigo algo que no sé si ocurra pero que podríamos enfrentar: Que
llegue una mujer real a mi vida y allí entraría el debate si quedarme con ella
en la plenitud de nuestro querer y accionar o seguir contigo, mi muñeca sexual.
Si ella no te
permitiese, tendrías que irte. De aceptarte, te quedarías en un amor compartido
en el que quizá tengas menos, pero que nunca dejará de recordar cuán importante
fuiste en mi historia reciente, cuando otras manos me dejaron caer y tú, sin
moverte, del foso de la desesperación y la soledad me sacaste.
¿Qué demasiadas
palabras para un ser inerte como lo es una muñeca sexual, dirán ustedes?, pues
les invito a ver su entorno y no reconocer que exista alguna cosa a la cual no
le agradezcan su utilidad, resistencia y fidelidad que les ayudase económica o
psico-físicamente.
Verán que hasta los
objetos inanimados tienen propósitos extras y resultados mayores de los
esperados. A mí me sacó de las necesidades corporales mientras iba drenando a
mí mente de obscuridad y pesares.
Con mi muñeca sexual
tuve monólogos que entendí como diálogos. Era la figura que me esperaba en casa
y me despedía también. Viví lo que por decisión de otras no iba a poder gozar y
me alejó de los pensamientos más erráticos que pudieran contra mi integridad
atentar.
Quiero, mi divina
muñeca sexual, que entre juegos y placeres, conversas y canciones, silencios y
comentarios, prosigamos tranquilos, sin prestarle atención a las críticas y sin
temor a perder la conciencia del contacto humano.
Gracias a ti, he encontrado
ese justo balance que muchos otros distan de alcanzar y terminan cayendo en un
foso sin fondo, donde nadie de bien debería estar.
Te valor en demasía, mi
sex doll querida.
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