Cautiva
en tu mirar, no importa que no estés presente; ya tu
mirada es el faro incandescente que guía mis sonrisas, esperanzas, esfuerzos.
Con mirarme puedes amainar mis cuitas, mitigar mis
dolores, calmar mis molestias, reactivar mis reflexiones, edulcorar mis
momentos sin sabor alguno.
Tus ojos, como toda puerta al alma, permiten que el
naufrago de cariño que hay en mí vea una esperanza en la lontananza, percibiendo
que el mundo me espera de vuelta, entrando triunfalmente a través de tu mirada.
Y
en tu sonrisa tienes, la aprobación que no se busca
cuando se tiene personalidad, pero que refrenda que el paso por la vida está
siendo loable y útil para si mismo y los demás.
Bien sabes que cuando ríes por algo que hice, Dios
me extiende un poco más la vida; y si te sonrojas junto a la sonrisa, emites un
aura tan cálida que puedo acurrucarme e hibernar junto a ti.
Quien sonríe vive, quien hace sonreír da vida; tú
eres entonces vida pura cuando muestras tu sonrisa llena de perlas de ternura.
Dulzor
de manantial, es decir poco para tu revitalizante
energía, en la que cada día quiero nadar; efluvio de diosa que a un simple
mortal, tiene como bendición en tus aguas, flotar.
Calma mi sed del día a día, permíteme reflexionar ante
tu calma cristalina.
El agua es vida, como tú lo eres para mí existencia.
Si
no me has de querer,
pesares,
dolores, insomnio; tristeza, incomodidad y llanto; preguntas incesantes,
ansiedad y decaimiento.
No puedo mentir que eso y más llegaré a sentir. Bien
o mal merecido, lo pasaré.
Y esas grietas que al alma acongojan se abrirán y mi
existencia tendrá que buscar cómo sellarlas. Puedo decaer, pero sí lo hago, me
levanto.
No puedo deshonrarme dejándome abatir. No puedo
buscar tu compasión, demostrando una dependencia tan indigna y servil.
Más
me valdría morir, pero no hablo de perder la vida, acto
débil y mezquino. Porque tú no te mereces que yo me quite la existencia, pues
eres pro vida.
Es de gente tóxica amenazarse con quitarse la vida
sólo por no ser correspondido.
A la muerte que me refiero es a la que motivó tu rechazo,
distancia, desamor. Eso que no me hizo merecerte, debe perecer.
Seguramente será el último gran regalo que me darás
en cercanía. Darme a entender que me alejaste, porque no podía estar contigo,
si no sé estar bien conmigo mismo.
Luego de la muerte, otra vida nace. En esa debo ser
mejor. A esa me llevaste como barquera que a un río pasa a los viajeros a
conocer más allá de su círculo de vida.
Argenis Serrano - @Romantistech
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