Hasta
ese nivel he llegado, al de dejar de usar la cabeza para prever y coordinar
cada uno de mis movimientos; de dejar que sea el corazón y su emotividad el que
den el primer paso que es siempre hacia el vacío. He permitido mejor a mi
cuerpo usar su propio juicio porque sólo él se ha mostrado estoico y mesurado
cuando me he enamorado solo. Ese es el ultra instinto, tan fuerte como el
acero, maleable como el cáñamo y
perceptivo como la naturaleza toda.
Mantenerse
imperturbable ante el dolor, ante la presencia de la mujer que me arrebataba el
descanso al dormir y la coordinación al estar despierto, sabiendo yo que nada
somos ni nada seríamos.
Así,
mi sistema nervioso es el que decide a dónde ir, qué sentir, cómo actuar ante
la indiferencia, ante la soledad; por igual ante las burlas y las cuitas de
esto que llamamos sociedad.
Pero
esto es realmente difícil, porque se corre el riesgo de perder las ganas de sonreír
cuando por el contrario, es a ello que quieres volver, sea por otra persona como a
la par, por mi mismo, por quien he logrado ser, logrando de esa forma esparcir con semillas nutrientes
a mi campo interior, aquel donde voy mentalmente a meditar de manera
imperturbable, para luego exteriorizar tal trascendencia ya lograda en lo recóndito de mi ser.
El
ultra instinto puede hacerme imperturbable ante el stress diario; pero alejarme
de la empatía por lo que sucede en derredor.
Me
ayuda a evadir al peligro, pensando seccionada pero interconectadamente en alma, corazón y cuerpo, una perfecta
armonía que sabe defenderse y atacar; más corro el riesgo de encontrarme en un férreo combate con quien
solamente se quiere acercar a mí en son de paz y brindarme ya sea su mano
amiga, un dulce de fresa, su apoyo
moral.
¿A
qué me puede llevar esta doctrina
egoísta?, seguramente a mantenerme imperturbable, seguir mi camino y jamás
odiar ni renegar de lo otrora sentido. Que tales sentimientos negativos sean contenidos
y rechazados por un soporte que evada todo ataque externo y que jamás dé cobijo
a malicia alguna en mi interior.
Pero
el ultra instinto es también un bumerang que de no saber cómo controlarlo, se
olvida uno de todo y del amor. Ese amor por lo que se tiene, por las raíces,
por lo que se quiere, por la tierra de uno.
No
sé si mantenerme imperturbable sea posible y sea lo ideal, pero de seguro es
mejor que mantenerse melancólico, receloso y lleno de preguntas que no son
propicias uno mismo contestar, por aquello de la anarquía propia del ser
humano.
Quiero
manejar el ultra instinto para así mantenerme imperturbable y no me duela más
la ausencia de quien no llegó y la no presencia de quien no aparece.
Deseo
usar el ultra instinto para ver con todo mi ser las oportunidades que dejé
pasar por esperar quien me acompañara, cuando bastantes cosas buenas pude obtener
transitando en soledad.
Necesito
estar preparado para los embates que se vienen, de terceros que parece que el
bienestar de otros no les conviene y claro que hay evadir y con su propia
fuerza, hacerles sucumbir.
El
ultra instinto es elevar el espíritu, azuzar loa sentidos, aclarar la mente y
colocar al cuerpo en pacífica reacción y flexibilidad para que asimile y contrarreste
todo mal.
Y
si llegare yo a ser así de imperturbable ante todo mal, feliz sería, más quiero
estar en sana paz para que el ultra instinto sepa atraer y a su vez causar,
para mí y mi entorno, ondas de amor y de alegría.
De
esta manera todo mal, dolor, rechazo y sinsabor se irá y tanto bueno vendrá,
que describirlo, no puedo.
Mi
tarea es esa, encontrar ese punto de amor propio, paz y control en equidad;
sólo así mi ultra instinto imperturbable, mis pensamientos y emociones, al fin armonizarán.
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