Una guía espiritual que reavive mis ímpetus e inste a ser mi mejor versión |
No quiero que me adivinen el
futuro, quiero una guía espiritual que me ayude en el transitar del mismo.
Que me reclame al ver mis errores,
que me aúpe cuando perciba que voy bien.
Si un vidente sin cartas ni preguntas me dice las palabras que debo
escuchar o leer y no las que quiero escuchar o leer, le haría caso, porque me
aleja del conformismo.
Que una amistad me acompañe en el
pesar, como me acompaña en los momentos de beneplácito, es señal de aprecio
verdadero al cual por siempre, voy a honrar.
Un guía espiritual es aquel ser que
con palabras sentidas y acciones concretas, permite que mente y espíritu se
pongan de acuerdo.
De allí nace nuestra propia
voluntad. Somos los que tenemos la última palabra y responsabilidad, sabiendo
drenar y aprovechar las luces de quienes nos dedican su atención.
Desde que la humanidad existe, ha
tenido para elegir al bien y al mal. Yo elijo al bien, pero el mismo tiene
diversos ramales de modo, forma y accionar.
Toca decidir cómo se harán las
cosas, porque incluso al querer hacer un bien, podemos perturbar a los demás.
Y somos a veces quienes nos
incomodamos, reprochamos y nos alejamos cuando alguien funge de nuestra guía
espiritual diciéndonos la cruda verdad, no más por nuestro bienestar.
Esta lucha permanente contra
nosotros y a nuestro favor, puede cansar al cuerpo, perturbar al alma,
confundir a la mente, haciéndonos vulnerables.
El estoicismo es una forma de vida
utópica, que se ve vulnerada por el bien y humildad de nuestro ser. Ni queriendo
al máximo podemos ser apáticos, ya que no es nuestra naturaleza.
Cuando caemos, la gente que
verdaderamente nos aprecia o puede brindar aportes de valor, surge como guía
espiritual y nos brinda las herramientas para resurgir.
Incluso aquellas personas
estigmatizadas, gente de fe, que metafísicamente han evolucionado, que nos son
ajenas, pueden decir palabras que colinden de manera engranada con la razón.
Y la reflexión, la calma, la manera
metódica de actuar y evitando el auto complacernos, diciéndonos lo que nos
convenga, comienza a quitar las espinas y sombras que la duda nos coloca.
Paso a paso, problema por problema,
se va limpiando el camino; allí vemos que lo que presumíamos nos iba a agobiar,
terminó siendo otra hilera de falsos monstruos vencidos.
El enfoque y el recuerdo de quiénes
somos y lo que hemos logrado, logran el compendio de poder y hacer que nos
convierten en nuestro propio guía espiritual.
La voz de la conciencia nunca es
yoista ni mezquina; no se aleja para esconderse o ser sumisa, sino para quitar
el ruido del mundo y escuchar a la lógica del alma.
Inteligencia, cordura, recuerdos,
instrucción, corazón, crianza, experiencia, humildad, lógica, visualización y
amor propio, son fuerza vital ante lo adverso.
Y llegado el momento de que alguna
persona nos necesite, estaremos de nuevo elevados y dignos de ser la guía
espiritual que le recupere.
Eso es amar al prójimo como a sí
mismo y al hacerlo con regularidad, dicho bien se propaga.
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